domingo, 5 de julio de 2020

DE LA NOCHE A LA MAÑANA


     ¿Qué hora es?.. ¿Ya?.. ¿Y a qué hora se hizo esta hora? ¿Dónde estaba yo cuando esa hora vino y se fue la anterior? Porque se fue, se fue hace una hora, cuando todavía no habías llegado, cuando todavía tenía la esperanza de no abandonar la esperanza, de no perder lo poco que había logrado salvar de la debacle de la tarde que me adormece a veces y otras directamente me resucita justo a esta hora, después de haberme hundido la daga que empuña tu aroma.
     Y ya es tarde, demasiado. Para lágrimas, para arrepentimientos tardíos o para llamadas inoportunas. Es tarde en esta noche que no termina nunca de empezar, que me acaricia los pies y se anuda corrediza a mi garganta. Y es tarde para terminar con aquello que nunca acabará, pues decidí nunca darle comienzo; que se mantendrá incólume por más que rezongue y desmienta cada una de estas tardes que perdí estúpidamente orgulloso en tu nombre. Es tarde, sí. Es tan tarde como tarde es para esperar de esta noche algo más que un desbarranco inevitable hacia una mañana fría y gris que sabrá otra vez a encierro y a olvido (sobre todo a olvido).
     Pero dicen que mañana será otro día, veremos... Ahora, a esta hora, mañana es apenas una entelequia, un pobre sustantivo sin nada que ofrecer para escribir esto que nunca -lo prometo- será escrito; un adverbio que, a esta hora de la noche -lo reconozco-, es incapaz de llevarme a ningún lado. Ni siquiera de regreso adonde estaba hace algunas horas: una tarde nublada con gusto a nada, con el aroma ficticio de los amores imprescriptibles que se acaban antes de siquiera uno poder esgrimir una despedida digna, un discurso mediocre libre de frases petulantes que prometen razones de carácter metafísico y hasta una revancha imposible de un destino que sabrá esquivar sabiamente a quienes insistimos con quedarnos en la puerta de la memoria esperando una respuesta que jamás llegará, para una pregunta que, por discreción y buenos modales, nadie debería hacer jamás.
     Por eso lo único que podría ahora alegar a mi favor es que, al menos las palabras no me abandonaron todavía. Y eso que ya deberían haberlo hecho hace un tiempo... Como aquella vez, hace mucho, cuando creí engañarte e intenté distraerte por un momento. Creí sin poder creer y aposté a desgastar tu recuerdo contra la piel de otra mujer. Pero ella se fue como se van todas: en silencio y nunca muy lejos. Acá nomás, a la vuelta de una canción o de algún corcho que se trepa alegre a un sinfín metálico con la ilusión de salvarme. Se fue como todas las demás, se fue para nunca más volver. Pero, desgraciadamente, ella también olvidó su recuerdo debajo de la almohada condenándome a volver a este pasillo de hombres muertos que van y vienen de la tarde a la noche, acompañados de palabras que saben al tinto dulce y oscuro de esos amores que, aunque se evaporan de la noche a la mañana, se impregnan inevitablemente en las paredes descascaradas de la vida. Y de la muerte.
     Ya ves, se hizo la hora. Es tarde y es de noche. Hasta mañana.

RR


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