¿Será? ¿Será que debo cerrar los ojos y dar un paso adelante arrastrando estos demonios funestos y los amaneceres que nunca llegaron? ¿Será que tengo que abrazarme a la oscuridad y hacer de ella una luz que ilumine los acordes silenciados por el olvido, por el dolor de ya no ser? ¿O será acaso sólo cuestión de aferrarme a esta pluma y al espacio en blanco que se ha creado entre nosotros, entre los fugaces vivos y los eternos muertos, entre los que ya no volverán nunca y los que se quedaron brindando por cualquier cosa? ¿Será que ha llegado la hora de archivar las desilusiones y los desencantos y sonreír sin motivo sólo por la compañía ocasional de tus ganas visitando por las noches mis deseos?
No lo sé. Y no me perturba tanto eso como la posibilidad de saberlo, de develar la incógnita y ponerme en conocimiento de mi destino. No quisiera saber nunca que te vas a ir para siempre de mi memoria, que tu fantasma saldrá de mi cama un día de estos y se hará un crater de silencio y desesperanza que tendré que llenar con poemas sin saber ni siquiera cómo se hace; cómo se junta suficiente polvo de todo lo que quedará abandonado para llenar ese agujero inmenso y procaz; cómo se toma una escoba y se barren al viento los recuerdos y los besos secos; cómo se juntan las palabras precisas que cuenten de esa muerte peor que la muerte, de ese sinfín que arrastró tu recuerdo dejando todas las horas por vivir sin saber cómo.
RR
Foto: Hugo Grassi
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