martes, 24 de febrero de 2015

SOMBRAS DE TRANSILVANIA


      Podrían ser los amables girasoles o las dulces amapolas, los tercos cardos o las rebeldes algas. Podrías hasta elegir el dónde y el cuándo. Los por qué, ya se harán manifiestos oportunamente. Yo sólo puedo esperarte acá con las manos temblorosas sostenidas por los hilos que unen tus horas lejanas con las mías que arrecian estos derredores inhóspitos donde deambulo desconcertado entre los desaciertos y las señales que me indican una salida hacia la que jamás voy, aferrándome a este naufragio que me arrastra lentamente, flotando abandonado en las aguas heladas que rodean este castillo de naipes.
      Y cierro la boca y guardo tu amparo entre mis dientes y sueño morderte letalmente para chuparte la sangre hasta teñirme del rojo tu vida. Sueño con poder desplegar mis alas para salir otra noche a poblar los buzones abandonados con las expresiones horrorosas de los amantes depojados, con los mitos y leyendas de quienes se han perdido en el infierno soñando con el paraíso, con los culpables y los redimidos de las promesas incumplidas.
      Porque no aguanto a tu fantasma que me persigue por cada una de estas hojas y captura cada una de estas palabras que escribo para transformarlas en una confesión no deseada, más bien resistida y luchada hasta mi derrota inexorable. Y entonces, salgo a perpetuar tu memoria que no lo amerita, que más bien es una trenza de ajos colgada sobre mi cama solitaria y fría como un ataud. Y ya sé que esto no es una cuestión de méritos, que el amor viene por el sendero invisible de la nada y se va en la misma dirección; que a esta altura yo debería estar susurrando al oído de una princesa destronada y desnuda que aceptara compartir las habitaciones oscuras de sus esperanzas, y no escribiéndote a vos que vagás por los paralelos y las latitudes de mi infortunio con total impunidad sin que pueda hacer otra cosa más que beber los restos que van quedando de botellas vacías mientras dejo crecer letras en las sombras, entre todos los signos de interrogación guardados secretamente en un cajón de la memoria que solo se abre a esta hora, a la hora del olvido imposible, a la hora de la ruleta rusa y las estacas en los corazones. A la hora de la oscura y solitaria eternidad del amor perdido.

RR


Foto: Flor del Irupé

miércoles, 11 de febrero de 2015

DIURNO Y ESTIVAL


        ¿Será? ¿Será que debo cerrar los ojos y dar un paso adelante arrastrando estos demonios funestos y los amaneceres que nunca llegaron? ¿Será que tengo que abrazarme a la oscuridad y hacer de ella una luz que ilumine los acordes silenciados por el olvido, por el dolor de ya no ser? ¿O será acaso sólo cuestión de aferrarme a esta pluma y al espacio en blanco que se ha creado entre nosotros, entre los fugaces vivos y los eternos muertos, entre los que ya no volverán nunca y los que se quedaron brindando por cualquier cosa? ¿Será que ha llegado la hora de archivar las desilusiones y los desencantos y sonreír sin motivo sólo por la compañía ocasional de tus ganas visitando por las noches mis deseos?
      No lo sé. Y no me perturba tanto eso como la posibilidad de saberlo, de develar la incógnita y ponerme en conocimiento de mi destino. No quisiera saber nunca que te vas a ir para siempre de mi memoria, que tu fantasma saldrá de mi cama un día de estos y se hará un crater de silencio y desesperanza que tendré que llenar con poemas sin saber ni siquiera cómo se hace; cómo se junta suficiente polvo de todo lo que quedará abandonado para llenar ese agujero inmenso y procaz; cómo se toma una escoba y se barren al viento los recuerdos y los besos secos; cómo se juntan las palabras precisas que cuenten de esa muerte peor que la muerte, de ese sinfín que arrastró tu recuerdo dejando todas las horas por vivir sin saber cómo.

RR



Foto: Hugo Grassi

martes, 3 de febrero de 2015

LUCES Y SOMBRAS DE UN FANTASMA


     No puedo decir que este es siquiera el último intento, ese ya pasó hace rato. Cuando me di por vencido aquella segunda vez y aún me faltaban todavía unas cuantas derrotas por delante. Esto no es más que la sombra de un canto fantasmal perdido en algún mediodía o en alguna medianoche. Quién sabe, siempre dependerá del lugar en el universo del olvido donde uno se encuentre.
      Ahora mismo, apenas suelte el punto final, voy a extender mi brazo y abrir mi mano como hacen las flores con sus pétalos buscando al sol. Iré en puntas de pie buscando una piel que se ha mantenido húmeda y tersa durante todos esos días que se han hecho estos años. Voy a dejar mis dedos atentos, cada uno con una posibilidad única de aferrarse a la inmortalidad de alguno de esos mundos paralelos adonde van los amores ausentes que forman esos agujeros negros en donde se pierde la vida sin dignidad, a puro desconsuelo, copa tras copa, pena tras pena. Ahí, en la oscuridad de la mente detenida en el tiempo, donde quedan canciones arrumbadas meciendo sueños rotos o, en el mejor de los casos, despedidas amargas; en el peor, palabras y versos que jamás serán desenvueltos y degustados, puestos a consideración de quien debería haber respirado sus aromas perfumados de caricias y sus rimas libres.
     Porque el amor es tan libre que nunca podrá ser capturado por los más dolientes versos del poeta; tan libre que nunca será encarcelado en presagios y profecías, en promesas o en papeles firmados y sellados ante escribanos, jueces o sacerdotes; tan libre que no existen héroes o mártires que logren convocarlo cuando el corazón dibujado en la hoja que espera dentro del sobre está coloreado fatalmente con el tono oscuro y mortal de la indiferencia.
      Entonces, esto no es un acto de valentía o de arrojo, no lo es. Esto es sólo un entretenimiento pasajero que quizás logre disimular mi condición de guardián vencido ante su prisionero, ante la prueba contundente, irrefutable y definitiva de que no todo puede ser controlado. Tampoco hay meditación alguna en esta decisión de venir hasta aquí, ni existe un estratagema detallado de movimientos, circunstancias y posibilidades para levantarme en armas contra mi destino. No, de ninguna manera. Si esto que estás leyendo llegó hasta tus manos, es porque este enemigo canalla y despiadado de los condenados a la memoria permanente siempre vuelve por más sangre, por todas esas inútiles medallas clavadas en el pecho en expediciones cobardes por las camas ajenas y extrañas en donde se encuentran los cuerpos agonizantes de una guerra perdida de antemano. Pero cuidado, porque dicen que escondida en algún lugar secreto, la luz siempre aguarda paciente y desentendida. Y entonces, puede suceder que haya otra sombra acechante, la de estas palabras, y que roce por casualidad tu pulso y que tengamos que admitir que ha llegado el tiempo de los sacrificios ineludibles que impone la vida para alcanzar la gloria. Un beso que clausure y entierre para siempre los fantasmas de lo inconcluso.

RR


Foto: Flor del Irupé

DE LA NOCHE A LA MAÑANA

     ¿Qué hora es?.. ¿Ya?.. ¿Y a qué hora se hizo esta hora? ¿Dónde estaba yo cuando esa hora vino y se fue la anterior? Porque se fue, se...