basado en la triste historia actual...
Querida:
Lamento decirte que nos hemos pasado de la raya. Lamentablemente, hemos cruzado una barrera que creíamos baja (al menos yo). Sí, ya no estamos al borde de nada, estamos cayendo precipitadamente en una ciénaga conocida, en un barro que, más que tal vez, es seguro que nos empapará de mierda.
Y ya no se trata de vos o de mí, se trata de todos, de lo que nunca fuimos, de las cobardías y los arrepentimientos tardíos que no sirven para nada, que jamás suman, ni siquiera restan.
Porque, permitime que te diga, al menos vos restabas algunos de esos días míos que no se prestaban para otra cosa más que para morir silenciosamente. Y en esos días, que aun hoy se suceden, yo decidía morirme por vos en vez de morirme solo y sin remedio. Morirme como pueden empezar a matarnos en cualquier momento. Me moría despacito a tu lado abrazado a la locura del alcohol y la amargura que, al fin de cuentas, no está tan mal para estos tiempos que corren.
Pero no seamos dramáticos, porque, a decir verdad, me moría sabiendo que resucitaría al día siguiente recriminándome lo estúpido de quererte sin presentir, sabiendo que este puente que ahora se cae detrás de nuestros pasos nunca iba a conducirnos a una misma esquina, a un mismo patio, a algún refugio donde escondernos de los salvajes que hoy han vuelto a las andadas.
Cuidate entonces, querida. Cuidate de las oscuridades del pasado hechas realidad presente. Cuidate de los brujos que han vuelto disfrazados de justicieros. Cuidate de los profetas apócrifos, de los herederos desheredados, de los marmotas y los infelices, de los ignorantes por opción y los resentidos naturalizados. Cuidate, querida.
Y por las dudas te comento que quizás no vuelva a escribirte, que es probable que deba esconder mis manos y mis libros, mis amores y mis odios, mis simpatías y esta vana costumbre de mirar al sur soñando con revoluciones y sosteniendo rebeldías inevitables.
Pero no te asustes, querida. No lo hagas, no lo sientas. Estoy seguro de que vale más la pena morir por algo que vivir por nada. Sí, ya sé, son ellos, son ellos otra vez. Son ellos pero también estamos nosotros. Al menos nosotros tenemos el beneplácito de las flores que crecerán sobre nuestros cuerpos desarmados. Ellos sólo podrán mostrar números y estadísticas sin un sólo nombre. Creéme, nosotros tendremos el nombre de las flores y la hierba. Nosotros seremos el viento invencible que recorra la llanura y la montaña y sople nuestros nombres entre los edificios de las ciudades y en las orillas de todas las esperanzas que naturalmente se agolpan junto al mar. Nosotros seremos siempre la vida sobre la muerte y la muerte como parte de la vida. Ellos... ellos siempre han sido pura muerte.
Vamos, querida, el puente se está desmoronando rápidamente, más rápido de lo que esperaba. No voy a engañarte justo ahora: siempre supe que algún día este puente podría caer, pero uno nunca está preparado completamente para la caída, para intentar aferrarse a alguna rama colgando resignada sobre la corriente. Yo, sin ir más lejos, no estaba preparado para caer aquella vez de tu puente a la correntada del olvido. Y acá me ves, aun nadando, intentando mantenerme a flote, llamándote desde el fondo del tiempo.
Te dejo por ahora, querida. Ya sabés, cuando el mundo tira para abajo es mejor no estar atado a nada. Pero te pido: no te olvides nunca de los árboles talados y de los cóndores abatidos; de los pobres y los despojados; del polvo que cubre sus caminos y la tierra que devora sus cuerpos anónimos y los cielos que amparan sus almas. Y si no volvés a saber de mí, no creas que me he olvidado. A pesar de todo, seguiré siendo siempre la silueta con el corazón vacío que ronda tus noches. Sin siquiera esta absurda necesidad de quererte.
RR