lunes, 13 de noviembre de 2017

APRENDAMOS DE LA DERECHA


     ¿No habrá llegado el momento de que aprendamos de la derecha? No tengamos miedo. Al menos deberíamos intentarlo.
     Cada  vez que la derecha llega al poder lleva adelante casi todas sus premisas y realiza, más o menos, todos sus planes. Planes que, por otra parte, casi siempre resultan más profundos y duraderos en el tiempo que aquellos que los diferentes sectores de la izquierda intentan cuando logran arrebatarle momentáneamente el control.
     Es que la cuestión es y ha sido la misma desde hace siglos: la moral. La izquierda, en general, se jacta permanentemente de su ética y su moral humana y pone en muchos casos sus prácticas a la sombra de estas. Es cierto que este hecho no es en sí mismo un defecto -todo lo contrario-, sin embargo, y en términos objetivos, termina siendo un obstáculo cuando es necesario asegurar ciertas victorias estratégicas que acarrearían beneficios tal vez inmediatos para unos cuantos y duraderos para todos.
     ¿Cómo es posible que la derecha consiga todo lo que consigue? ¿Cómo puede hacerlo sin ni siquiera la participación material de sus defensores, de sus voceros, de sus votantes? ¿Es que alguien sabe de alguna vez en que la derecha le haya consultado al pueblo raso, a los trabajadores, a los sectores más postergados -que muchas veces son también quienes los apoyan, lamentablemente-, sobre las medidas que llevarán adelante y que, claramente, serán perjudiciales para estos últimos? No, por supuesto que no. Porque la derecha es autoritaria y hace lo que tiene que hacer sin demasiados debates morales. Habrá algunas ocasiones en donde se pondrán ciertos límites con respecto a la crueldad del procedimiento y otras veces no respetarán absolutamente nada. Pero a la hora de la acción, la derecha acciona. 
     Pues bien, ¿no habrá llegado el momento de aprender esto y poner los fines y los medios por encima de ciertos debates morales y éticos? ¿No han sido ya suficientes las incontables generaciones hambreadas, torturadas, desplazadas y asesinadas por la derecha, como para que la izquierda (y todos aquellos demás movimientos que se auto proclaman de raíz popular) asuman de una vez por todas su carácter revolucionario y apliquen los métodos necesarios para terminar con esta eterna injusticia? ¿Cómo podemos seguir sosteniendo este pacifismo cobarde frente a los millones de niños que se mueren de hambre mirando por televisión la ostentosa y repugnante maldad de los pocos que capturan para sí mismos todo, dejando a la mayoría sin nada? ¿Qué clase de ética es esta que nos mantiene pasivos frente a una realidad en donde los inmorales ordenan y los morales obedecen, donde se acumula el alimento para subir el precio mientras millones revuelven la basura buscando una fruta podrida que comer, donde la salud se compra y se vende al precio de la vida o de la muerte?
     Entonces, ¿no ha llegado finalmente la hora de que seamos intolerantes con quienes han abusado de la tolerancia transformándola en un discurso vacío e hipócrita con el fin de desactivar esos resortes humanos espontáneos que aparecen cuando una tragedia azota al mundo, en cada una de esas situaciones donde la solidaridad se impone sobre el individualismo? Porque a no engañarse, la derecha es tan devastadora como un volcán en erupción permanente, como una inundación constante, como un terremoto continuo, como un huracán impiadoso, como una sequía interminable. 
     Debemos abandonar el triste destino de ser los pobres bienaventurados y asumir la tierra como nuestra, y que el Reino de los Cielos sea para ellos. No podemos seguir siendo los históricos campeones morales, defendiendo como necios estúpidos unas reglas tramposas hechas por los ganadores de un juego en el que hemos sido condenados de antemano a perder. Tampoco se trata de ser crueles, sino de ser justos. Justos con los que han sido desconocidos históricamente por la justicia y justos con los que han redactado las leyes para que la balanza se incline siempre para su lado. Justos con los que han sido abandonados a la buena de Dios y justos con los cínicos manipuladores de la desgracia ajena. En definitiva,  justos con los justos y justos con los traidores.
     Aprendamos de la derecha. Hagamos de una vez por todas lo que hay que hacer para que los buenos alguna vez ganen. Aunque se nos caigan algunos anillos. Aunque se nos manchen algunas banderas. 

RR


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