Sí, tal vez me vaya, pero volveré.
Volveré como vuelven los enamorados vencidos y los guerreros que jamás detienen su marcha.
Volveré aunque no sea millones.
Volveré a reclamar tus oscuridades como propias, a recoger el guante y sentarme a tu lado y abdicar en tu nombre y en el de quien nunca sería si no volviese.
Volveré para deslumbrarme una vez más con el brillo de tu indómita luz, aunque haya sido acaso opacada por tantos amaneces inodoros, incoloros e insípidos como toda el agua que habrá corrido debajo de este puente cuando haya vuelto.
Volveré caminando secretamente el sendero de las esperanzas perdidas que, quién sabe, todavía conduzca a tu cielo.
Volveré solo, bajo el sol o la lluvia, sin dejar atrás ni huellas ni rastros; sin reprocharle ni a Dios ni al diablo por tu recuerdo imborrable, tan inconveniente como necesario a veces.
Volveré sin llevarle el apunte a los cínicos consejeros que apuestan a todos los números para no perder nunca.
Yo, en cambio, volveré con lo puesto, apenas un manojo de desvelos incorregibles y el sonido horroroso de esos adioses que son como asesinos implacables y desalmados que se quedan rebotando en el alma en ruinas contra las paredes de un olvido imposible.
Y así, volveré sin haber sido convocado, ni por vos ni por nadie; y no habrá un oráculo que te visite, ni una profecía que me anuncie.
Volveré atento y sigiloso como vuelven de los techos los gatos cuando se les acaba la noche.
Volveré en silencio, sólo con algunos versos inconfesables que pudieron haberse escapado de mi puño y letra alguna noche cuando intentaba rimar una borrachera solitaria con la pena sangrante de tu ausencia.
Volveré casi de madrugada habiéndome guiado sólo con el mapa de tu constelación, un trazo a mano alzada entre las estrellas fugaces que habré guardado pertinentemente en un rincón de mi memoria por las dudas, por si la tinta indeleble de tu nombre languidecía una tarde de domingo dejándome desamparado sobre una hoja en blanco.
Volveré buscando con el viento que sopla desde el sur de tu brújula la otra punta de este ovillo que se ha ido enredando en mis pies hasta dejarme atado a tus pasos.
Volveré mirándote a los ojos, un pájaro insolente y orgulloso que, sin que le importen los cien que vuelan libres, elige aferrarse a una mano.
Volveré como vuelvo cada vez que no te he encuentro ahí donde el pasado vuelve a enfrentarse con mi vida.
Volveré con estas palabras tantas veces como haga falta hasta llenar el cántaro que se ha ido vaciando al amparo de nuestras mutuas soledades, para que estalle y se rompa en mil pedazos.
Volveré luego de un tiempo, sin más razón que la de la cigarra después de un año bajo la tierra; un hiato abierto como una puñalada entre la vida y la muerte.
Volveré muerto de miedo como un cobarde.
Tarde o temprano.
Lo prometo.
Por vos.
Volveré.
RR
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