lunes, 9 de octubre de 2017

ME GUSTARÍA


     Y si un día ya no tenés más ganas de esconderte, me gustaría que me escribas. Durante algún rato libre, quizás; o en una de esas tardes de domingo en donde no hay mucho para hacer más que mirar nubes grises avanzando desde el sur o escuchar las olas del mar rompiendo contra los silencios de las trágicas soledades. 
     Me gustaría que me escribas cualquier cosa, una carta o una postal; un verso o un chiste obsceno. Un párrafo copiado de un libro regalado a modo de salvoconducto, o la letra de una canción gastada por el uso y el abuso que algunas de ellas afortunadamente merecen.
     Me gustaría que me escribas sobre el tiempo que pasó desde la última vez que pusiste tu nombre en una hoja al servicio del amor. Te aseguro que nada de lo que puedas escribir sonará a poco; por más que sea un hola arrepentido, borroneado y tachado y vuelto a escribir; por más que se note ese impulso descontrolado de los suicidas que corren hacia el precipicio sin mirar atrás.
     Me gustaría que me escribas de tus días, de tus flores y de tus rabias; de esa frontera insalvable que nunca alcanzó para separar al fantasma de tu recuerdo del retrato vívido de mi cobardía imperdonable volviéndose un poema penoso y cursi. 
     Me gustaría que me escribas cómo estás y que no has pasado frío allí donde has estado, donde sea que te haya encontrado la muerte que dicen que siempre encuentra a los que tratan de huir de ella; que me cuentes brevemente cómo escapaste esta vez, cómo pudiste convencerla una vez más de que aun sos joven y de que siempre lo serás. 
     Me gustaría que me escribas susurrando las eses, murmurando las emes y las enes, martillando la erre en un insulto, marcando concienzudamente con la garganta la doble ce para que suene a una equis capaz de hacerme tiritar la lengua en una noche en que vuelva a leerte a solas, medio escondido y en voz baja
     Me gustaría que me escribas, y te prometo que jamás recibirás una sola palabra mía a cambio. Porque nada de lo que he escrito hasta ahora sería suficiente para intercambiar por una palabra tuya. No te preocupes por la dirección o el destino, de alguna manera me encontraré con lo escrito. 
     Me gustaría que me escribas como si no nos hubiésemos visto nunca las caras, como si jamás hubiésemos trazado constelaciones comunes sobre las estrellas del otro; como si nunca hubiésemos compartido el aliento o la saliva, o el temblor del orgasmo. 
     Me gustaría que me escribas como si habernos besado una vez o habernos dejado para siempre no hubiese significado la muerte de nadie, y mucho menos la mía -de la que ya nadie se sorprende-. 
     Me gustaría que me escribas acerca del sol o la lluvia; del ocaso sin tiempo o del poco tiempo que nos queda antes de que llegue nuestro ocaso final. 
     Me gustaría que me escribas, eso sí, desde la ventana que da al futuro, no al pasado. El pasado ha sido ya tan pisado que no creo que fuera posible reconocernos en él. Asomate al balcón y sonreí al apoyar nerviosamente la birome azul sobre la hoja. No pongas la fecha, no hace falta, que parezca que lo escribiste al otro día del comienzo de esta falsa eternidad que simulo que dura hasta hoy y seguramente hasta mañana. 
     Me gustaría que me escribas sobre tus desdichas disfrazándolas de anécdotas, al fin y al cabo, ¿no es esa la única manera de sobrevivirlas?
     Me gustaría que me escribas de esas noches cuando decidías renunciar al amor a cambio de un poco de compañía; de las veces que te abrazaste a un fracaso con tal de no dormir sola. 
     Me gustaría que me escribas por si algún factor pudiera alterar tu producto; por si acaso existiera en la cuenta una coma soslayada capaz de cambiar este resultado que me enfurece y me empuja hacia ese breve espacio donde juré una y mil veces no volver. Y si creés qua nada de eso es posible, me gustaría que me escribas una oración que sólo hable de tu último sueño, aunque haya sido una pesadilla; creéme que la aceptaría de buen grado. Para los que vivimos en un insomnio imperecedero, una pesadilla es aunque más no sea un sueño.
     Me gustaría que me escribas eso que ya nadie escribe; hoy o mañana o cuando lo creas menester; con desdén o con bondad, y hasta con aquella inolvidable arrogancia de la muchacha que me puso un día al acecho de mis sombras permanentes, de mis secretos inconfesables, de mis renuncias postergadas. 
     Me gustaría que me escribas, en definitiva, aunque sea para decirme adiós.

RR


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