viernes, 1 de diciembre de 2017

TODOS


     Últimamente, cada vez que acontece una tragedia sobre algún personaje que forma parte del ideario colectivo de cierto sector social (acomodado) y de sus defensores (casi todos intelectualmente desacomodados) se escucha gritar en las calles, se empieza a leer en los diarios y se anuncia con frases rimbombantes en la televisión: tal o cual "somos todos"
     ¿Todos? ¿Quiénes son todos? ¿Quiénes somos todos? ¿Todos somos yo, tu, él, nosotros, vosotros, ellos? ¿Todo..? No, acá debe haber algo mal, porque si todos somos todos, entonces, ¿quiénes son ellos? Todos debemos ser los que podemos escribir todo, los que podemos decir todo, los que podemos... ¿Y los que no pueden? ¿Ellos no son todos, los del culo frío en una casilla en los barrios pobres y en las villas copadas por el narcotráfico al amparo de políticos, jueces y policía..? 
     No, definitivamente ellos no son todos. Porque si ellos fueran también todos tendría que haber cada día una de esas marchas televisadas, con gente buena y honesta empuñando velas y carteles expresando compunciones y dolencias de clase. Gente muy bien vestida que se mueve normalmente en un centro decorado con grandes marcas y monitoreado por cámaras de seguridad. Si ellos fueran también todos habría una de esas marchas a cada hora, a la par de los llantos que se escuchan en esos velorios llenos de gente que, claramente se nota por sus aspectos, no son todos, que son muchos pero que nunca podrán aspirar a ser todos. Porque, al parecer, todos pueden ser algunos personajes con una imagen impecable aunque -permítaseme este desliz prejuicioso- de dudosa moral, o hasta puede ser todos alguna revista extrajera que haya caíso vístima en un revoleo de violencia imparable (siempre y cuando esta revista provenga de algún país central -centro/periferia: teoría de la dependencia, pasada de moda ya pero aun así muy ilustrativa para ciertos casos- y no de esos territorios devastados por gente sin futuro que huye y se ahoga en pos de ser todos sin querer asumir su condición de nadies). 
     Yo no soy quien ni nadie pero a mí me da la sensación de que todos son siempre los mismos, igual que aquellos que no lo son. Será por eso que a veces me enojo mucho con todos y los mando a todos a la mierda y huyo de todos y me encierro entre mis todos y mis nadas, entre mis dolores rebeldes y mis tímidas alegrías, entre la música y los autos viejos y los libros que me hacen acordar a los amores pasados que insisten en ser presente. Y también a veces me hacen acordar a esos otros que viven agazapados en los párrafos y en las voces de algunos que seguramente jamás soñaron con ser todos -aunque ojalá fueran más que unos cuantos-. Es por eso, supongo, que ya no opino de lo que opinan todos, porque no hace falta opinar cuando todos opinan, cuando todos saben lo que pasa y lo que hay que hacer. Si yo no sé nada... Y por eso me siento cada vez más nadie y menos todos. Es más, a veces cuando leo o escucho a algunos que sí son todos siento que es mejor así, que estando ausente de todo, en una de esas, algún día logro ser yo mismo. Seguramente, eso tampoco me va a hacer bienvenido entre todos. Y bueno, todo no se puede. 
     Mientras tanto, sigo creyendo que este mundo de todos, para todos, en realidad no es de nadie ni para nadie, sólo para unos pocos, los de siempre, los de toda la vida, los que necesitan de todos y de nadie. Los que manipulan el incosciente colectivo para poner a cada cual en su vereda, cada cual mirando con desconfianza al otro, cada cual en su juego para que el ganador sea: ...
     ¿Todos? Perdóneme pero en esta también paso. Porque cuando la noche se pone oscura y todos se sientan a ver y escuchar en la tele las razones y las circunstancias por las que todos sufren, adornadas con gráficos y mapas, y comentadas por los expertos (en nada) del momento, afuera, en el frío de la desesperación están ellos, acechando a todos con sus propias razones y sus desgraciadas circunstancias. Así es, están ellos con su música y su vestimenta característica; están ellos: los que matan y los que mueren. Ellos, a los que usan y desechan para que todos sean felices; los que, dicen todos, no sirven para nada. Aunque, claro, sirvan para todos.

RR



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