domingo, 18 de febrero de 2018

AL ANDAR, ANDAR


     ¿Podés venir a buscarme? O aunque sea vení sólo a verme, a sentarte en cualquier lado y quedarte en silencio observando cómo voy de un lugar a otro de la casa sin hacer realmente nada, vagando por las habitaciones como si visitara este lugar por primera vez. 
     Podés venir y tomar una silla y algún libro de la biblioteca y leerme algún párrafo en voz baja que suene como música sin que me importe demasiado qué dice. Acercarte a mi oído cuando miro los árboles sin hojas por la ventana y cantarme ese estribillo de Caetano que tanto me gusta, así, bajito... shhh... despacio, mientras la gente camina afuera y no sabe de mis lágrimas cuando no estás, cuando Caetano me canta insinuándome que te llame, pero yo no me animo y me quedo sola mirando a esta misma gente que es otra pero es la misma. 
     Porque, al final, todos son los mismos, menos vos que me cantás bajito, que me leés a Arlt y me acaricias las tardes cuando me pierdo entre esta gente a quien ya no pertenezco porque he decidido acompañarme de tu ausencia. Y entonces preparo el mate y entre cada uno que cebo para mí, se muere uno de frío. Como me muero de frío yo sintiendo que me falta tu calor de noche cuando ya la gente no se ve desde mi ventana y sólo hay luces y soledades resguardadas en esos besos que extraño horrores. 
     No seas malo, golpeame la puerta ahora mismo y aguantate que te maldiga por estar ahí parado sin derecho aunque me muera de ganas de que me abraces tan fuerte que sólo me queden fuerzas para desvestirte y apoyar mi cabeza en tu pecho y dejar que nuestros sexos se insinúen y se rocen  mientras nosotros amagamos a decirnos te quiero gimiendo impunemente sin importar ni las consecuencias, ni los vecinos, ni la realidad de ser tan diferentes. 
     Dale, volteá mi puerta a patadas y descargá tu furia de macho herido. Matame de miedo al verte enojadísimo conmigo por ser una tonta que no entiende nada, que no acepta de ninguna manera que me podés querer eternamente aunque yo ande por ahí desnuda como una Lady Godiva sin caballo, de a pie encaramada en mi orgullo pero completamente perdida, porque vos me matás y me resucitás cada vez que abro uno de esos sobres que caen en mis manos por obra de quién sabe quién. 
     ¡Vamos! Acercate a mi guarida como una serpiente y mordeme letalmente, dejame únicamente ese hilo de consciencia que sólo me alcance para balbucear tu nombre hasta morirme, con el único objeto de que te conviertas en mi antídoto.
     ¿Podés? ¿Sería mucho pedir que, ahora que cae la tarde, mires de reojo al teléfono y te levantes de a poco y hurgues entre papeles buscándo mi número y te desesperes por no encontrarlo y salgas corriendo en mi búsqueda? ¿Vos creés que pido demasiado? Yo sólo quisiera terminar con vos de una puta vez y olvidarte para siempre, borrarte de todos lados, del pasado, del presente y del futuro y de mis ojos y de mi boca y de mi mente y de mi alma y de esta cama espantosamente grande que parece una heladera, y de mis sueños que no paran de soñarte y de…
     Sí, ya sé, perdoname, vos estarás ya con tus cosas, tal vez tu cama no sufra estos fríos y tiemble de amores, tal vez tus cartas hayan cambiado de rumbo hace mucho y yo sólo me haya quedado aferrada a un remitente que ya no existe. Pero si alguna vez pasás por mi lado y sin querer reconocés una guarida, mordeme y matame, leeme algún párrafo, tomate ese mate aunque esté frío, cantame bajito y quedate conmigo un rato a ver esta gente que miro cada día por la ventana buscándo tu corazón que añoro.

RR


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