martes, 23 de julio de 2019

CUANDO LLEGUE EL DÍA


Mirá mis manos encalladas, cuarteada la piel, con sus líneas que ya no conducen sino a la muerte. 
Mirá mis uñas astilladas, mis nudillos sangrados. 
Mirá mi cara envejecida, arrugada y mugrienta. 
Mirá mis ojos achinados, ciegos, vacíos. 
Mirá mi pecho hundido y mis brazos entumecidos. 
Mirá mi sexo agotado, mis piernas flacas y mis rodillas trabadas, mis pies heridos y ya sin pasos. 
Mirame, mirame bien. 
Esto es todo lo que le dejo al mundo, esto es todo lo que tengo para alimentar la tierra: un cuerpo listo para pudrirse en el olvido de la gente, para alimentar las plantas y los gusanos, para consumirse en el fuego o para ser descuartizado por la ciencia o por los perros, da igual. 
Mirame y date cuenta de lo que el tiempo le hace a la carne y a los huesos, cómo corroe las esperanzas y los deseos, cómo apacigua las pasiones y las furias. 

Vamos, mirá todo lo que quieras mirar. 
Revolvé mis cajones y mis papeles. 
Arrimate a mi guitarra que siempre tiene algo que decir. 
Buscá entre los libros las notas de un pasado que esperaba un futuro. 
Escuchá mis discos con las rayas de las horas en mis canciones favoritas. 
Releé mis cartas entre líneas. 
Abrí los cuadernos que contienen borradores humedecidos y sin correcciones. 
Subite a mi viejo auto y manejalo a cualquier lugar para recuperar una de las formas que tenía mi felicidad a veces. 

Una vez que hayas hecho todo esto, habrá sido todo, querida. Porque no hay nada más que eso y todo aquello que nos hemos dicho, que nos hemos besado, que nos hemos derramado con las piernas entrelazadas y la mente en blanco.
No hay más nada que todo eso que nos dolió en el alma, que nos rompió el llanto, que nos dibujó una sonrisa y nos parió cada día. 
No hay más nada que lo que vivimos, lo otro fueron sólo planes, suposiciones, sospechas, presunciones, pronósticos, esperanzas, expectativas… Nada. 

Es necesario entender que no seremos nunca, más de lo que fuimos. 
No seremos un espíritu santo ni un mesías crucificado. 
No seremos ni almas en pena ni ángeles milagrosos. 
No seremos héroes ni mártires. 
Y para nosotros, sólo para nosotros, seremos nada más que un amor pretérito imperfecto conjugado de momentos buenos y malos, de triunfos y derrotas. 
Seremos nuestro mundo, combatido, luchado y conquistado en el barro. 
Seremos un reflejo más de un sol terco que vuelve a salir a pesar de la noche y la luna, de vos y de mí, de la vida y de la muerte. 
Así es, seremos todo eso que negamos hasta último momento, hasta el suspiro final. 

Y entonces, cuando todo eso también deje de ser, seremos finalmente el silencio que nace en este mismo instante. 

RR


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