martes, 9 de junio de 2015

FUERA DEL CAJÓN DE LOS MISTERIOSOS AVATARES


     Contiguo a los desordenados anaqueles de la locura, dentro del oscuro armario de las profecías, se encuentra el cajón de los misteriosos avatares. Un pequeño depósito de circunstancias posibles e imposibles. Se dice que no existe destino que no pueda ser configurado desde este breve espacio en donde nadie logra sostener indemnes sus decisiones. Como en una combinación binaria, se reparten en dos carpetas guardadas en este rectángulo desvencijado de madera y clavos viejos, despreocupadamente y sin custodia alguna, un sí y un no que, hay quienes aseguran, son capaces de responder todas las preguntas posibles del Universo. Sin embargo, no hay por ninguna parte un estante o un mísero sobre que guarde un tal vez o un quizás, ya que ninguna de estas expresiones podrá responder nunca pregunta alguna. Es más, estas expresiones vagas e inexactas son producto de una combinación de sí y no capaz de perdurar suficientemente en el tiempo, hasta la insatisfacción de cualquier respuesta ajena a la simple afirmación o negación. Porque cuanto más se combinen estas dos únicas respuestas, más cerca se está de la duda, de chances y posibilidades que terminan distanciándose a la vez de su origen y de su destino, transformándose en un espacio infinito y, como tal, inabarcable.
      Siempre habrá alguien insatisfecho con una de estas dos respuestas y emitirá un nuevo interrogante que plantará la semilla de la vacilación, de donde nace no sólo el conocimiento de lo real y lo científico, sino también de lo esotérico y lo religioso, de lo fantástico y lo poético. Aparecerá seguramente en algún momento un amante o un peregrino que no podrá enfrentar el camino recto de la verdad dura y sincera y buscará atravesar los terrenos pantanosos y laberínticos de la incertidumbre: no ha habido jamás un enamorado capaz de conformarse con un sí o un no, capaz de hallar sosiego para su corazón en esas respuestas, pues sabe que su sentimiento pende del hilo invisible de la duda, que es sostenido desde los extremos del desconcierto de no saber el verdadero por qué de su amor.
     Hay quienes custodian dictatorialmente este cajón sin dueño, personajes infaustos que dicen saber la combinación exacta entre sí y no para llegar a cualquier conclusión definitiva sobre cualquier tema. Astrólogos y brujos que creen llegar a resolver los misterios que se esconden en el alma de aquellos pobres extraviados que han perdido la capacidad de cometer un error. Psicólogos y choferes de taxis que analizan los laberintos mentales de los que no se animan a enfrentar el resultado de sus propios cálculos futuros atándolos a un pasado incestuoso. Jueces y sacerdotes que poseen una tabla mágica y ejemplar que tiene grabados entre sobornos plagados de borrones y cuentas nuevas las consecuencias celestiales de todos los aciertos y las condenas infernales de cualquier desvío imperdonable.
   Pero existe también otra dimensión, la de los perdidos irremediablemente, la de aquellos que hemos fracasado en encontrar la combinación justa para nuestras dudas y que estamos sentenciados al triste y gris desamparo de perseguir sueños demenciales. Carentes de cualquier posibilidad de redención, creemos ver señales esperanzadoras en donde un no rotundo y definitivo se levanta ante nuestras narices cerrándonos el paso a la publicitada autopista de la felicidad. Somos soldados parias sin guerra sosteniendo la bandera amarillenta de la necedad y la insistencia injustificada, parados en la frontera de gente que ya ni siquiera nos recuerda. Andamos por los derredores de aquellos amores definitivamente archivados con un no en mayúsculas seguido de un silencio contundente, sólo para hacernos pasar por valientes Romeos pero sin llegar nunca a ser más que héroes de perogrullo, rebeldes sin causa, poetas del ocio. Hemos elegido el exilio infeliz fuera de ese cajón pernicioso a cambio de ojear en esos anaqueles de la locura, haciéndonos pasar por seres sofisticados y cultos que, más temprano que tarde, serán desmentidos por cualquier estúpido. Somos unos cuantos los que arañamos la locura en esta zona gris, más de los que muchos creen. Incluso hay algunos que van y vienen, que no son capaces de reconocerse a sí mismos en este lugar sin la ayuda de un oráculo que les dé la terrible noticia.
    Así es, amigos. Sí, no, ¿qué más da..? ¿Quién quiere tener todas las respuestas? ¿Quién las necesita? Quién pudiera navegar para siempre el universo de la duda de la mano de los amores que finalmente un día nos dirán adiós; sin conocer el territorio amargo del olvido; sin sentirse acechado y perseguido por el sabueso de la muerte.
    Pero, como sucede con todos los pantanos inhóspitos, hay también pequeños oasis en donde uno puede sentarse a descansar la memoria inclaudicable, escribir cartas premonitorias para destinos inciertos, poemas amorosos para los recién llegados del abandono y la desesperanza. De vez en cuando hasta es posible encontrar en estos sitios algunos afortunados que se reconocen en una mirada y logran llevar adelante una sonrisa sin ejercer el fastidioso compromiso de la compasión. Una sonrisa justificada sólo por la locura de imaginar que tal vez eso sea el amor. O no. O quizás el amor sólo sea el deseo y la atracción que a ciertas horas de la noche puede transformarse en una promesa que no necesita de nadie que la cumpla, que es eterna e infinita como la duda.

RR



Foto: Pablo Silicz

No hay comentarios:

DE LA NOCHE A LA MAÑANA

     ¿Qué hora es?.. ¿Ya?.. ¿Y a qué hora se hizo esta hora? ¿Dónde estaba yo cuando esa hora vino y se fue la anterior? Porque se fue, se...