Dicen por estos pagos que el grito sagrado es "libertad".
Pero, ¿qué libertad? O mejor dicho, ¿libertad para qué? "Seamos libres.
El resto no importa nada", se publicita por ahí. ¿No importa nada?
¿Libres de qué? ¿Libres de quienes?¿Libres para votar por uno o por
otro? ¿Libres para elegir ser libres de una libertad que no es tal, que
es otro objeto de merchandising en la vidriera del "mundo libre"?
¿Libres de repetir opiniones que, para su provecho, otros lanzan desde
las sombras, desde sus guaridas sostenidas por quienes deciden las
libertades y las condenas?
No, no se trata de ser
libres, se trata de elegir de qué y de quiénes queremos ser esclavos.
Seamos sinceros, la libertad no sirve para nada. La libertad es casi
siempre un slogan maquiavélico, la zanahoria delante del burro que repite, como burro que es, el discurso burgués pretendiendo de esta manera liberarse de cualquier carga y
responsabilidad por eso que cínicamente denomina "daños colaterales".
Día a día se nos convoca a reclamar por nuestra libertad, a defender la idea de que debemos ser libres de elegir todo, desde el
gerente de turno del sistema hasta el color del auto que podríamos
comprar si tuviésemos el dinero suficiente para ser libres. Ser libres es, entonces y en definitiva en este mundo, una cuestión de dinero. Dinero que hace falta para comer,
para beber, para acceder a un medicamento cuando sufrimos un dolor de
cabeza o para curarnos una gastroenteritis; hasta para aliviar el
calvario de una enfermedad terminal. Claro, incluso ese mismo dinero es
el que hace falta para ser libres del frío y la lluvia y poder sentir el
calor de una cama tibia bajo un techo que nos ampara en vez de dormir a
la intemperie. Como sucede con tantos niños a quienes se les ha dado la
libertad de morirse en cualquier lado bajo la escandalosa indiferencia
de los hombres libres que les caminamos por encima. Sí, seamos libres.
Pero cuidado, ser libres tiene precio y en eso no hay libertad de
elección. Porque la realidad nos muestra una y otra vez que no somos
libres.
Por lo tanto, de vuelta a la misma pregunta: ¿para qué
queremos ser libres? ¿Para qué? ¿Para poder elegir la marca de la
zapatillas que nos permitirán caminar más libres? ¿Para poder guardar en
lugares custodiados papelitos de colores con frases grandilocuentes
acerca de quien respalda en última instancia nuestra libertad? Vamos, la
libertad no existe para quienes se mueren de hambre o de falta de una
atención médica que es un producto más de mercado, que se promociona
casi como un privilegio y no como el derecho esencial de cualquier
persona a calmar sus dolores o a morir dignamente. La libertad no existe
para quienes son obligados constantemente a participar de procesos
legitimatorios de un sistema que no da libertades, que en realidad las
vende al precio de la vida de cada uno de nosotros que sido liberado a
su suerte, a entregar sus días y sus noches y sus sueños a cambio de
pertenecer a un mundo libre de miserables filibusteros que comercian con
las desgracias y los dolores ajenos, los nuestros.
Por eso
propongo que no seamos libres: seamos esclavos. Atémonos con cadenas a
las esclavitudes que valen la pena. Ciñamos nuestros destinos a los de
los pobres desahuciados que han sido liberados en esta jungla para que
se los coman los leones, para ser la carne de los cañones que disparan
quienes matan en nombre de una libertad bañada algunas veces en oro,
otras en diamantes, casi siempre en petróleo y permanentemente en
sangre. Una libertad que es en realidad una falacia, un negocio
perfectamente organizado por unos cuantos rufianes y sus publicistas.
Sí, es preferible encadenarse decididamente a unos ojos perdidos y
tristes que no tienen a qué asirse; abrazarse sin miedo a los aromas de
los amores perdidos que tarde o temprano terminan guiándonos a nuevos
encuentros; convertirse en esclavo de los colores y los sonidos que
nacen irremediablemente a la hora de ese desamparo que se siente cuando
finalmente nos damos cuenta de que somos inútilmente libres, de que no
hay nadie a nuestro alrededor que quiera compartir con nosotros sus dolores, sus
fracasos o su alegría de sentirse afortunadamente esclavo de nuestra
voz. Por eso, mejor abandonar de una vez por todas esta espantosa
comparsa de títeres silenciosos moviéndose en un opinódromo desquiciado
que brega por la sangre de chivos expiatorios a quienes culpar por el
paraíso perdido.
¡Vamos! Declaremos fuerte y claro que hay otros que nos importan tanto o más que nosotros mismos. Testifiquemos con la boca y con las manos en favor de los que nadie ve. Escribamos cartas a los viejos amores, aun cuando la angustia y la desesperación hayan cesado, para que sepan que no los hemos olvidado. Elijamos voluntariamente ser esclavos sólo de las palabras que marchan a los gritos a la par de la acción, que están esclavizadas al pensamiento y a los sentimientos, las que hacen ruido y luchan por cambiar este orden perverso de compraventa de libertades de bisutería. Palabras dulces o amargas que tal vez puedan ser capaces de levantar a alguien que ha caído en la trampa y ha decidido colocarse una soga al cuello porque ya no encuentra otra salida de una libertad que, o lo deja solo y desamparado, o lo encierra por no poder pagar el precio inmoral e injusto de ser libre. Jurando con gloria morir.
¡Vamos! Declaremos fuerte y claro que hay otros que nos importan tanto o más que nosotros mismos. Testifiquemos con la boca y con las manos en favor de los que nadie ve. Escribamos cartas a los viejos amores, aun cuando la angustia y la desesperación hayan cesado, para que sepan que no los hemos olvidado. Elijamos voluntariamente ser esclavos sólo de las palabras que marchan a los gritos a la par de la acción, que están esclavizadas al pensamiento y a los sentimientos, las que hacen ruido y luchan por cambiar este orden perverso de compraventa de libertades de bisutería. Palabras dulces o amargas que tal vez puedan ser capaces de levantar a alguien que ha caído en la trampa y ha decidido colocarse una soga al cuello porque ya no encuentra otra salida de una libertad que, o lo deja solo y desamparado, o lo encierra por no poder pagar el precio inmoral e injusto de ser libre. Jurando con gloria morir.
RR