jueves, 23 de junio de 2016

DEMASIADA NOCHE PARA QUE SEA TARDE


     Ya está anocheciendo. La esperé toda la tarde y hay que ver a la hora que llega. Está bien, nadie me obliga a esperarla, pero tampoco puede ser que aparezca a esta hora. Porque yo a esta hora suelo dejar de esperar -aunque, al parecer, nunca a ella-. Porque a esta hora yo debería encender la televisión (si es que tuviera una) para ver y escuchar lo que nunca dicen que pasa en el mundo: cómo es posible que los pobres siguen esperando el reino de los cielos mientras los ricos siguen adueñándose de la tierra y de todo eso que es de todos y no es de nadie.
      Pero no, yo insisto en quedarme acá a esperarla toda la tarde, cuando la tarde me avisó hace rato que ya no la espere, que nada sucede en la tarde, que aquel que se va sin que lo echen, lo más que probable es que no vuelva nunca. Y así y todo, a mí se me da por esperarla. Y, ¿para qué? Para que ella se presente así como así, de la nada, cuando lo único que queda alrededor de su ausencia es una botella medio vacía y un tipo -tan parecido a mí que, a decir verdad temo por él- pegando pétalos en una flor marchita que ya ha predicho su suerte una y mil veces. Una y mil veces esta pobre flor muerta le ha dicho que deje de leer a ciertos autores, que deje de mirar la luna buscando las razones de su mengua, que no insista más con ese mar que ya dijo lo que tenía que decir. Porque ni él ni los caracoles han sido nunca unos falsarios de soluciones mágicas; ninguno de ellos buscó jamás quedar bien con este pobre tipo, sino que dijeron lo que tenían que decir y punto. Ahora es problema de él -y claro está, mío- tener que enfrentar ese sonido a vacío tan parecido al de la botella y al de un corazón triturado.
      O sea, que no me venga ella ahora con excusas, con razones inverosímiles, con que sin darse cuenta se le pasó la vida (¿sin darse cuenta..? ¡Por favor..! ¿Y qué pretendía, que la vida le avisara?: "disculpame, estoy pasando y el muchacho ese sigue ahí esperándote. Fijate, porque me parece que está un poco enamorado de vos o un poco borracho. Te aviso para que sepas. Y para que sepas, también te aviso que yo paso aunque no me veas, aunque creas fervientemente que no paso, que estoy y que voy a estar por siempre. Lamento decirte que yo no soy el muchacho, estoy pero no voy a estar siempre. Aunque no lo quieras ver, alguien vendrá a reemplazarme un día.").

     Entonces querida, a ver si dejamos de venir siempre a esta hora. Porque uno también tiene su corazoncito... Y si bien yo debo tener el mío en alguna parte, cada vez me cuesta más la espera. Cada vez es más costoso esperarte hasta esta hora en donde debo irremediablemente escribirte que te estuve esperando, que entres y te desvistas despacio y corras los papeles y los restos de la espera; que podés dejar tu ropa donde prefieras y meterte en la cama sin culpa porque, al fin de cuentas, nada ni nadie me fuerza a esperarte. Porque yo no puedo hacer como vos y excusarme por haberte esperado, por haberme ido a acostar antes de cometer una locura, antes de creer que puedo salir a buscarte con la impunidad de los dementes que creen, con gran lucidez, que ser demente no es un pecado. Y yo les creo, porque si tengo que creerle a los otros... Bueno, mejor creerle a ellos. Al fin y al cabo yo estoy un poco como ellos, un poco loco, un poco cuerdo -y un poco borracho también, ¿para qué negarlo?-. Es que si no estuviera loco no tendría perdón de Dios estar simulando que aun te espero; y menos a estas horas, cuando la noche ya me anunció cuando era todavía tarde que, si sigo así, mañana tendré que lidiar con las consecuencias, con las de la espera y las del vino y las del volumen de mi guitarra sonando insolentemente a la par de la de Clapton que canta Why does love got to be so sad.
      Consecuencias menores en comparación a las que probablemente deberé afrontar un día por esta interminable despedida, por no haber aceptado renunciar como cualquier hijo de vecino a esta manía de seguir redactando en breves capítulos una especie de homenaje póstumo a un amor muerto y enterrado que, sin anunciarse, aparece cada noche como un fantasma. Y aunque siempre aparezca tarde, quizás nunca lo sea tanto como para dejar de esperarte.

RR


Foto: Florencia Merlo

No hay comentarios:

DE LA NOCHE A LA MAÑANA

     ¿Qué hora es?.. ¿Ya?.. ¿Y a qué hora se hizo esta hora? ¿Dónde estaba yo cuando esa hora vino y se fue la anterior? Porque se fue, se...