martes, 25 de septiembre de 2018

17 BIS


Y así, ya sin espacio en mi memoria para recordar lo jurado, lo omitido y lo desperdiciado, en este breve y sencillo acto te devuelvo todo.

Te devuelvo el silencio que olvidaste en el mar. 
Te devuelvo la indiferencia que me obsequiaste con displicencia para que la guardes para otros que finalmente se hayan convencido acobardados de la imposibilidad de llegar hasta tu boca. 
Te devuelvo la osadía de contradecir mi destino que te persigue y te acecha. 
Te devuelvo los dolores y los espantos, las noches solitarias y los despertares de angustias. 
Te devuelvo esta soledad que no tiene nombre porque sin tu nombre la soledad es pura ausencia. 
Te devuelvo lo que es tuyo y lo que es mío que, al fin y al cabo, para mí son lo mismo. 
Te devuelvo este diccionario que ya ha quedado viejo pero que contiene todas las palabras que nunca serán suficientes para escribir y escribir y escribir… Te lo devuelvo así, sin envoltorio ni tarjeta, sin anuncios ni advertencias. 
Te devuelvo mi estómago anudado y mi corazón hecho añicos. 
Te devuelvo los porvenires dichosos y las desgracias inevitables. 
Te devuelvo esta condena de recordar lo que todos ya han olvidado y hasta aquello que había salvado para mí: lo que se fue y lo que permanece; y los que se han muerto pero me acarician aún desde las sombras de lo imposible. 
Te devuelvo las faltas de ortografía a las que suelo asirme para escaparle a los sabiondos e ir en busca de la mesa de los suicidas a practicar con ellos nudos corredizos. 
Te devuelvo este puñado de pensamientos robados a los locos. Ideas descabelladas que rescaté de aquel tiempo cuando trataba de entenderte.
Te devuelvo estas palabras que ya no uso: te, quiero. Y con ellas te devuelvo la imposibilidad de devolverlas, acompañadas de esta manía de escribirlas en hojas que ya no van a ninguna parte, que se quedan esperando que las seque el otoño hasta que el invierno entierre sus restos a la espera de tiempos más amables. 
Y de la nada, saco estos pensamientos y te los devuelvo con sus túneles y sus laberintos, con sus jardines y sus bifurcaciones, con Borges y Sábato y Chesterton y Arlt y Schopenhauer y todos esos libros inútiles que no terminan de curar este desconsuelo que ya debería haberte devuelto. 

Te devuelvo todo a vos porque sos vos quien surca mis rumbos y mis malogrados avatares, quien soslaya mis denuncias y acalla mis méritos. Aunque es cierto, no he hecho mérito alguno. Porque no ha sido un mérito haberte querido despiadadamente y sin resguardo, sin precauciones ni culpa y ni una maldita razón que justificara aquella locura de bailar sobre la arena movediza del foso inexpugnable que aún te protege; sin haber tenido en cuenta que tu mirada no me miraba, que tu sexo me consumía y que era sólo tu belleza lo que circundaba mis deseos mientras me hundía en este pozo ciego. 

Y, por último, te devuelvo estos minutos que me quedan antes que me arrepienta de devolverte todo y, sonriente y testarudo, me entregue una vez más al ejercicio diario de olvidarte. Esta práctica nocturna de alcohol y querellas que cada vez me cuesta más y que duele como duelen los dolores que son propios e intransferibles. Esos que no se pueden devolver.

RR


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