lunes, 8 de abril de 2019

#36 (letra chica)


¿Qué habrá sido de mí que ya no me encuentro en tu boca, que ya no asomo sobre tu hombro, que no no yago sobre tu vientre?
Que ya no te increpo ni te maldigo.
Que ya no te niego ni te solicito.
Que ya no te disparo de día y te revelo de noche.
Que ya no sirvo a tus fines ni justifico tus medios.

¿Qué habrá sido de mí que ya no vuelo sobre tu cabeza, que ya no amanezco en tu arrebol, que ya no te encuentro donde solía perderme para siempre?
Que ya no favorezco aquello que todavía siento.
Que ya no pienso en pasado.
Que ya no estás presente.
Que ya no tengo futuro.

¿Qué habrá sido de mí, de aquel intruso, de aquel mendigo infame, 
de aquel poeta suplente que jamás pisó tu área chica?
Que sé perfectamente dónde encontrarte y no te busco.
Que ya no volví más a donde nunca debí haber vuelto una y otra vez.
Que ha pasado un tiempo prudencial como para saber que nunca será suficiente.

¿Qué habrá sido de vos?
De tu ternura perecedera,
de tus verdades impiadosas, 
de tu letra chica condenándome a pagar eternamente tu ausencia.

Y entonces...
¿Qué haré ahora con lo dicho y lo hecho, con lo pasado y lo pisado, lo contado y lo cantado?
¿Qué haré con la vida arrumbada al costado de la muerte, con tu deseo ardiéndome en la sangre provocando el olor infecto y maldito de lo imposible?
¿Qué harán mis deudos con tantos adioses impagos a tu nombre? 
¿Qué será de los jirones de mi vida dejados en el camino llevándote como bandera hacia una derrota segura?

No.
No lo sabés vos. 
Pues nunca te dije cara a cara que, antes y después, aquí y ahora, esa a quien nombro Vos sos vos.
No lo sabe Dios y tampoco el diablo.
No lo sabe la noche en mi ventana que nunca supo de otra cosa más que de vos.
No lo sabe el viento ni esas hojas secas que una vez más vuelan a su lado.
No lo sabe mi madre y jamás deberá saberlo mi hija.
No lo sabe ni mi cuerpo abandonado ni mi alma liberada.
No lo saben ellos que siguen sin saber de vos.
No lo sabe nadie.

Por lo tanto, hasta acá llega esta confesión sin parte que no servirá para relevar ningún tipo de pruebas.
No habrá reclamo de justicia.
No habrá herencia ni testamento.
No habrá despedida ni restos.
No habrá nada más que lo habido y lo vivido; lo que arrojaste al fuego o al mar o la basura.

A partir de este momento ya no seré yo.
No seré yo quien declare que te ha querido. 
Quien lo mencione como al pasar o lo escriba entre líneas.
Quien lo afirme o quien lo niegue.

No seré yo, querida, te lo aseguro. 
Pues la muerte sabia no deja testigos.

RR


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