jueves, 7 de enero de 2016

USTED Y YO (#4)


     Usted bien sabe que cuando escribo, lo hago para usted. Y eso tal vez pueda no significar demasiado para nadie. Sin embargo, permítame que intente describirle lo que significa para mí.
      Significa que si usted me deja, yo la busco. Que si decide llorar en mi hombro yo maldeciré al mundo a escondidas por no encontrarle un consuelo.
      Significa que si nuestra mutua compañía nos sirve de consuelo, nos sirve para todo, porque al fin y al cabo no se necesita nada más que eso para vivir lo que dejan a veces las desgracias de la vida misma.
      Significa que entre usted y yo habrán a menudo manantiales y charcos, oasis y sequedades, altas y bajas con sus respectivas lunas y sus obedientes mareas que suben y bajan en un columpio infernal al que sólo los valientes se le animan. En ese caso, agárrese fuerte de mí, querida, y mire sonriendo al cielo.
      Significa que aunque puede que no nos separemos de ahora en adelante, un día nos separará la muerte y habrá que lidiar con eso. Y quien se quede deberá aprender a vivir la ausencia definitiva del otro con esa fingida alegría petrificada de recuerdos y ese falso alivio de creer en eso en lo que uno sólo cree hasta ese momento en que la muerte se abraza a nuestro último suspiro.
      Y tal vez por eso, significa que habrá siempre entre usted y yo un antes y un después, un por siempre y un nunca jamás. Y que habitarán permanentemente en nosotros un hola y un adiós atados a unos puntos suspensivos que, llegado el caso, retrasarán penosamente el milagro de la aceptación y el olvido.
      Significa que, sin importar cómo ni cuánto, la quiero. Y así, en los espacios que separan cada una de mis palabras, guardo secretamente sus humedales y uno con ellos los significados ocultos, esos que sólo crecen entre ellas y sus ojos, entre sus razones y mis motivos, entre nuestras vencidas soledades y aquellos temblores que supimos compartir bajo unas sábanas.
      Significa que, a pesar de todo, sigo teniendo más preguntas que respuestas, y que de todas estas últimas, ninguna me sirve para las primeras. Pero a pesar de eso, si usted me lo permite, seguiré con esta sana costumbre de componer para usted justificaciones fraudulentas para hechos que no han sucedido ni sucederán nunca pero que, al menos, amenizarán nuestras intrigas.
      Significa que cuando de a ratos nos quedemos solos, el día se irá apagando con la noche y la noche se extinguirá por la mañana sin que nada haya sucedido realmente. Habiéndonos quedado con nuestras cartas sin jugar y nuestra suerte sin echar y un calendario de días postreros para hacer lo que nos venga la gana apenas arrojemos a los tiburones nuestros estúpidos orgullos.
      Y por si usted no se ha dado cuenta aun, todo esto significa también que si quizás usted decide irse un día y no regresar nunca, eso me pondrá en la incómoda situación de tener que arrojarme al pozo más profundo de mi alma inundada de su ausencia a convivir en un otoño perpetuo con las hojas caídas de sus más ansiados anhelos, hasta que llegue el temporal que las sople y las amontone entre mis más rotundos fracasos, hasta encontrar ese lugar fantasmal donde estaba yo antes de que usted llegara. Y cuando esto suceda, es probable que me pierda en la niebla y que jamás regrese.
      Entonces, ya no hará falta escribirle. Pues sin usted, querida mía, nada de lo que escriba tendrá para mí significado.

RR


 Foto: Pablo Silicz

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