martes, 8 de julio de 2014

(11) LLORAR


     No me gustaba llorar delante de Gustavo, me incomodaba pero varias veces tuve verdaderas ganas de largarme con moco tendido y todo. Alguna vez lo hice. Mocos tendidos pero, debo confesarlo, mucha paz. No se llora delante de cualquiera (eso me lo enseño mi viejo que era un caramelo francés envuelto en chapa). Gustavo me daba de a ratos cierta tranquilidad para llorar aunque a mí no me gusta llorar ni siquiera sola; llorar esta bien pero lo que se dice LLORAR, no, eso no. Yo no LLORO, eso es para otra gente no para mí. Gustavo sí, creo que él podía llorar fácilmente, alguna vez lo noté a punto, voz quebrada, emoción jinete, un tierno. Yo no LLORO aunque a veces llore.

     - No la pasé bien con él -le dije a modo de confesión -. El tipo tomaba y se pasaba de rosca.
     - Uh -me contestó él con una mezcla de asombro y compasión.

     Sentía los ojos húmedos (no LLORO) y traté de aguantar pero después lo dejé ir, lo solté, me desnudé un poco tímida y lo vi conmovido, estirando su brazo para llevarme contra él. Se dio cuenta de que yo no LLORO e hizo como si no estuviese LLORANDO, como si solo llorara como lloran todos. Era un tierno.

     - Tranquila, loquita- me dijo -, sacate las lágrimas, no te sientas mal por llorar.
     - No quiero tirarte mis rollos.
     - No me tirás tus rollos, tu vida no es un rollo, la vida no es un rollo.
     - Y yo que sé lo que es la vida…- le dije un poco ofuscada, no era momento de ponerse a filosofar, no mientras lloraba.
     - Nadie sabe lo que es, todos la vivimos como podemos. La vida es más una madeja que un rollo-. Dijo Gustavo con un cierto tono triunfal de quien se encuentra repentinamente diciendo algo original, cosa muy difícil de lograr en este mundo donde está todo dicho y solo unos pocos tenemos (sí, tenemos, primera persona del plural) la humildad de reconocer que solo repetimos frases hechas.

     No sé, tal vez sí lo quería, tal vez me ha inundado el presente de no quererlo y me hace ver el pasado en ese tono. Tal vez por eso lloré frente a él, porque lo quería y porque necesitaba llorar (porque yo no LLORO). Gustavo era demasiado… Bueno, cuando alguien es demasiado, es demasiado, no importa demasiado qué, demasiado siempre es de más aunque sea menos, a veces es preferible ser de menos para sentirse uno más o aunque sea igual. Gustavo era quizás lo que yo necesitaba pero no lo que yo quería. Quiero querer a quien quiero, no quiero querer a quien necesito, yo quiero querer, porque sí, porque me da la gana y Gustavo era una necesidad que no estaba dispuesta a admitir, no con mis años, yo no necesito nada, eso será más adelante. Ahora lo que quiero lo tomo y si no puedo, nunca LLORO. Yo creo que él me mal interpretó, pensó que yo buscaba amor y yo solo buscaba compañía, algo más para charlar con Margot o con Sabri o con Fede, él era mi gran amigo, mi confidente y Gustavo no, Gustavo era compañía. Tal vez lo quise, no recuerdo bien.
     Cuando empezaron a llegar esas cartas me dio un poco de ternura pero nada más, nunca me conmovieron al punto de llegar a dudar, de llegar a creer que su compañía era cariño o que el cariño era amor. El amor es otra cosa. No sé qué, pero no puede ser esto. No puede ser recibir cartas y leerlas medio nerviosa, sintiendo algo extraño, como una leve taquicardia, como un breve desamparo. No puede ser eso el amor. Eso no se lo contaba a Margot, ella se hubiese preocupado por mí, hubiese creído que estaba enojada con Gustavo pero que en el fondo lo quería, que en el fondo me gustaba recibir esos mimos en forma de cartas, que me moría de ganas de LLORAR porque no sabía cómo manejar esa situación. Entonces, ¿para qué le iba a contar a ella? Mejor guardarme ciertas cosas para mí, mejor no LLORAR, mejor aguantar la taquicardia y el desamparo, mejor guardar las cartas en una caja de zapatos donde no se noten las manchas que dejan mis lágrimas a veces.


     Andrea: 

           Cada vez que me siento a escribir... digamosló como corresponde: a escribirte, es como entrar a un cielo propio, celeste, virgen como un paquete de algodón recién abierto. Siento que puedo ser yo mismo, yo con vos, y decirte lo que quiero decirte haciendo de cuenta que vos lo lees como si quisieras leerlo. Es pretender, simular, pero a la vez es todo lo contrario. En ningún momento me siento más yo mismo que cuando pretendo que te escribo y me hago una imagen tuya leyendo, ahí, sentada en tu cama, con tus almohadones y el cobertor color caqui. Yo acá, sobre esta mesa apoyo esta hoja en blanco que se va tiñendo de azul con la tinta de esta lapicera que guarda todo esto en su tubo interior y que sale para hablarte. Nunca pensé que una lapicera pudiese contener tantas imágenes. Tu pelo húmedo por esta lluvia que no quiere irse, tus pies fríos por la caminata, tus manos delgadas sosteniendo este papel, este cielo abierto donde volar libre. Estas cartas son más reales que cualquier cosa que hayamos vivido, no tienen razón de ser pero son, como todo. Vos tampoco tenés razón de ser en este cielo pero sos. Sos la fuerza de gravedad que empuja la tinta hacia esta hoja que ahora imagino en tus manos, sobre esa cama, con esos almohadones y ese cobertor color caqui.

                                                                                                               Gustavo


RR

Ilustración: Vanix Ilustra

No hay comentarios:

DE LA NOCHE A LA MAÑANA

     ¿Qué hora es?.. ¿Ya?.. ¿Y a qué hora se hizo esta hora? ¿Dónde estaba yo cuando esa hora vino y se fue la anterior? Porque se fue, se...