domingo, 20 de julio de 2014

UN BREVE PÁRRAFO INVERNAL


     Se han ido los besos de verano y han quedado sólo estos vientos de otoño trayendo el invierno postrero, los silenciosos fríos y la mágica soledad que repara las pérdidas. Se ha ido ella sin despedidas ni llantos, ni siquiera un tierno adiós, sólo su espalda en la lejanía ha quedado en mi memoria, su pelo flotando en el aire y los ruidos que la fueron cubriendo. Me ha quedado un mundo nuevo lleno de nadas y espacios vacíos listos para ser llenados, y un manojo de preguntas que nunca encontrarán respuestas. Y está bien que así sea, ¿quién necesita respuestas ante la más absoluta de las ausencias? Prefiero hablar con quienes la conocen y mandarle saludos en silencio, dejar salir de a poco esas sonrisas que me dejó en la boca, como cuando la señora de la panadería me saluda y me pregunta cómo estoy y yo hago una pequeña mueca con forma de arco iris invertido y todos los colores y todas las canciones salen festejando su recuerdo. Y la señora me mira y comprende todo, no hace falta explicarle nada, se me nota. Se me nota la primavera en medio de la noche, se me nota el contorno de su espalda dibujado en la mirada, se me nota esa irrenunciable esperanza de encontrarla en otra mujer que no será otra sino ella y todas. Se me nota cuando me levanto y veo que aún se pasea por la casa y la mañana me empuja al borde de la locura de vivir entre los vestigios horrorosamente dulces de su sudor que aroma los pesares y este infantil deseo de ya no quererla.

RR




Foto: Pablo Silicz

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