Vivo o muerto, ¿a quién le importa? Ni a los gusanos que esperan mi carne, ni al fuego que aguarda mis cartas. ¡Qué se pudran ellos! No pienso esperar a la muerte con la guardia baja ni solapando penas, las voy a vivir y matar y resucitarlas nuevamente para volver a sufrirlas, para sentir el baldazo de agua helada y las espinas que sangran mi piel. No voy a dejar que el sol seque mi garganta, voy a gritar tu nombre en las calles de las ciudades adonde ya a nadie le importa nada y en los desiertos perdidos donde se encuentran los que nada buscan. Voy a matar con mis propias manos al miedo mirándolo a los ojos y disfrutando de su espanto al verme libre de súplicas a un Olimpo vacío y corrupto que jamás oirá una sola queja mía. Voy a caminar impunemente entre los vivos sin esperar nada, nada de nada, sin desearles ni el bien ni el mal, sólo regalarles una mirada piadosa por ser carne de sus propios cañones. No voy a detenerme ni un segundo a discutir con los imbéciles que guardan su futuro en cajas fuertes, en papeles de colores, y trafican con la desgracia. No pienso enterrar a mis muertos sino llevarlos conmigo adonde vaya para que sean ellos quienes carguen con mi memoria al final del camino. No voy a sentarme y esperar a que me quieras, voy a abrir mi cabeza de un hachazo para que salgan todos mis sueños y todos mis fantasmas y todos mis fracasos. Voy a exponer mi mente para que te des cuenta de que no es nada sin mi cuerpo y sin mi alma y que, así y todo, sigo siendo una nada en medio del vasto universo de tu ausencia. Voy a corregir mis palabras y mis dichos todas las veces que hagan falta hasta que sienta que lo equivocado es creer en lo perfecto. No te voy a hablar de mi corazón porque no es mío, ni de nadie, pero sí es mío el derecho a derramar su sangre en tu nombre como es tuyo el derecho a romperlo las veces que así lo desees hasta que yo lo permita. No voy a dejar que te mueras en otros brazos sin que sepas que yo me he muerto sin los tuyos y que, aunque eso pueda sonar miserable, no lo es, porque mi amor nunca te necesitó para ser, nunca necesitó de todo lo que yo sí necesité, tu boca, tus manos, tus pechos, tus pasos, tu desprecio y tu perdón.
Este mundo ha terminado para mí. Ya no hay tierra, ni mares que no me pertenezcan. Hoy doy por finalizada mi historia. Hoy doy por concluida mi vida, así como me ves, sin flores, ni réquiem, ni epitafio necesario. Acabo de morir al tiempo de los otros. Solo un tiempo marcará los soles que me amanezcan y las lunas que me atormenten: el tuyo, el que se cierne sobre mi pescuezo como una guillotina impiadosa marcando las horas que me faltan hasta que el cansancio agote mis deseos de escribirte y así, sin nada más que declarar, finalmente caiga vivo y derrotado .
RR
Foto: Guillermina Raggio
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