lunes, 12 de marzo de 2018

YO, ARGENTINO...


     ¡No me mate, no soy negro! 
No me mire inquisidor y desconfiado cuando paso por la calle porque yo, como dijo el presi, soy como todos nosotros, descendiente de europeos. Españoles, tanos, judíos, etcétera. Todos pobres refugiados cagados de hambre que bajaron del barco en este sur lejano y apartado y fueron anotados prolijamente en la nueva Historia, para liberarla lo antes posible de unos indígenas patas sucias que debían ser borrados inmediatamente del mapa.

     ¡No me mate, no soy pobre!
Yo no ando por ahí mendigando ni juntando cartones con mis hijos a cuestas. Tampoco voy por la vida pariendo hijos para cobrar planes o subsidios. Yo pago el IVA y la jubilación y los servicios porque me dijeron que lo que pago es lo que valen. Por lo tanto los seguiré pagando hasta que no me quede nada. Y si me tengo que cagar de frío en invierno o tomar agua caliente de la canilla porque me cortaron la luz y la heladera no funciona, lo voy a hacer, con tal de que no vuelvan más esos negros de mierda. Con tal de que no me confundan nunca con esos coyas que ocupan las veredas para vendernos verduritas y porquerías, que sonríen como si les alcanzara nomás con estar vivos, con ver a sus niños y niñas felices de guardapolvo blanco, listos para intentar por enésima vez ser parte de algo mejor que el índice de pobreza.

     ¡No me mate, no soy indio!
Ya le dije, soy europeo, soy blanco, soy cristiano o, en el peor de los casos, judío, pero siempre merecedor de un poco de piedad cristiana (siempre y cuando no sea ni negro ni pobre). Y a mí que no me vengan con el cuento de los pueblos originarios porque eso es prehistoria, eso es una herejía más de los zurdos y los demócratas liberales de un pasado laxo y permisivo. ¡Qué me vienen a mí con puntas de flecha y tierras ancestrales! Nada de eso existe, nada de eso somos. ¿O es que acaso hay quien desee la barbarie?

     ¡No me mate, no soy inmigrante!
No, no soy inmigrante. Mis bisabuelos lo fueron pero no vas a comparar, por favor... Ellos no eran ilegales indocumentados -o eso me gusta creer-. Ellos vinieron a trabajar, a sembrar la patria de blancura, a corregir los desvíos y la corrupción de la mazorca, de los caudillos rebeldes que se querían quedar con el escudo y la bandera. Por eso, ¡menos mal que vinieron! Menos mal, porque gracias a ellos tenemos cultura, orden y progreso para defendernos de la horda de negros, de pobres y de indios que intentan invadir este sagrado territorio, este apéndice de la vieja Europa que resiste orgulloso como alguna vez lo hizo aquel "vigía de occidente". Eso somos, si señor: la luz de un faro para todos los hombres de bien que quieran habitar el suelo argentino, invocando la protección de Dios, fuente de toda razón y justicia.

     ¡No me mate, no soy un obrero!
Yo soy apenas un trabajador asalariado pero libre, y como tal, no quiero mantener con mis impuestos ni sindicalistas ni vagos ni ñoquis. Acá hay que laburar, ¡LA-BU-RAR! Calladitos la boca y agachando el lomo. Porque a este país lo sacamos adelante entre todos. ¡¿Qué es eso de andar reclamando y haciendo huelga?! ¿Dónde se ha visto semejante cosa? Y si gobiernan los ricos, mejor, porque ellos no necesitan robar. En cambio los otros... Nosotros tenemos que estar juntos, todos los argentinos de bien debemos unirnos con la alegría que nos caracteriza detrás del objetivo de recuperar la patria de las manos de esos negros pobres indios obreros peronistas y comunistas que se la pasan cacareando solidaridades y creyéndose con derechos a no sé qué.

     Entonces, por favor señor policía, no me mate. No me tire por la espalda su petulante ignorancia, no descargue su violencia machista sobre mí como si fuera una de esas minas que reniegan del matrimonio y de la maternidad, no me dé otro palazo en esta cabeza aturdida de noticias catastróficas acerca de lo que se nos viene si usted no mata a los que ya no escarmientan, si no pone a cada uno en su lugar de obediente votante responsable de unas políticas que nadie en su sano juicio votaría pero que muchos como yo, como todo ciudadano legal argentino, no duda en hacerlo una y otra vez, todas las veces que haga falta. Vamos, no lo haga, oficial. No le de otro tiro a mi esperanza de vivir modestamente de mi esfuerzo sin meterme con nadie, sin que me importe un pito la vida de los otros; sin participar de ninguna marcha, de ninguna movilización, de ningún reclamo; sin juntarme con esa chusma periférica que ha contaminado con su insolente presencia todos nuestros hermosos paisajes alambrados llenos de montañas, lagos, bosques y llanuras. Recuerde que yo estoy con usted, que yo tampoco llego a fin de mes pero quiero sentirme seguro y respetado y reconocido por mis esfuerzo, por mi lealtad, por mi sacrificio. Usted sabe que estamos del mismo lado, que nuestra misión es la misma, que los dos formamos parte de esta linea de peones blancos dando batalla, poniendo el cuerpo, aguantando el embate permanente de estos ejércitos de revolucionarios marxistas ateos arrastrados como corderitos por el populismo y sus promesas demagógicas. No crea que estoy tratando de usarlo como hacen todos, yo no soy como ellos, yo soy diferente. A decir verdad, no sé muy bien qué soy, pero créame que no soy un piojo resucitado como dicen ellos. Apunte hacia allá, hacia la oscuridad de los desesperados, hacia la marginalidad de los desposeídos, hacia las villas de los olvidados. Por favor, baje el arma y siga de largo; haga lo que hago yo todos los días para mantener mi pobreza con la mísera dignidad de los miserables, hágase el boludo. Vamos, repita conmigo: yo, argentino. Por favor, se lo ruego, se lo suplico... (¡bang!)

RR


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