Ya que has llegado hasta acá aprovecho para acercarte un mate y regalarte un rato de esta tarde gris. Como cada vez que te veo, intento sacar algo de una galera agotada, impresionarte con algo que no me deje tan en evidencia ante la imposibilidad de dejar de extrañarte, así como estás, apoyada sobre los codos leyendo esto que tanto te interesa ignorar, mirando para otro lado, acomodándote el pelo con una hebilla como la última vez que te vi, desviando la mirada, haciendo como si hubiese algo interesante en la ventana que requiriese tu atención. No me molesta, vos no te das cuenta ahora mientras yo te escribo estas líneas, pero seguro te darás cuenta ahora mientras las estás leyendo. Es que seguimos siendo vos y yo en estas cartas divididas entre pasado y futuro, entre este hoy en que me senté a escribirte después de un rato de pensarte y este otro hoy en que tus ojos recorren esta carta de a pedazos, tratando de evitarla, procurando que no te atrape el fantasma de la nostalgia. No hay nostalgia porque, como ves, estabas acá mientras te escribía, mientras el mate reposa a un costado esperando a que termine esta oración. Me gusta escribirte, escribirte desde tu pasado, desde mi presente hacia tu futuro. Y mientras recorrés cada línea buscando el error que me descalifique yo me río y juego a las escondidas, me paro en silencio detrás de unos puntos suspensivos y te miro… No dejo de mirarte con tu sonrisa pequeña asomando de tu boca, tal cual estás ahora, y trato de adivinar eso en que estás pensando, eso que estás sintiendo, esa sensación de cosquilleo mezclada con una vergüenza infantil, como quien se siente descubierto en un secreto íntimo. Bueno, tal vez ayude si te cuento que yo te voy a mantener en secreto todo este tiempo que pasó hasta ahora que nos vemos en esta carta. No voy a confesar nunca que te seguiré queriendo, que ahora que me encontrás en este papel arrugado y amarillento yo ando por ahí pensando en cualquier cosa menos en vos pero con ese hueco en el alma, con ese círculo incompleto que guarda este hoy tan tuyo leyendo este ayer tan mío escribiendo.
Dale, sentate, no hay nada en la ventana, arrimate un rato a mi lado, acá donde estoy sentado imaginándote mientras te escribía, viéndote como esa mujer que eras y esta mujer que sos. En esta carta no hay tiempos de verbos, voy y vengo, bajo la mirada para escribirte y cuando la levanto me detengo a verte la cara mientras me lees. En esta carta no hay tiempos ni espacios, estamos vos y yo, como hoy, como ayer, como mañana. En esta carta nacen las hojas en otoño y el sol sale a la hora que vos quieras que salga; no importa en qué año estamos ni cuánto nos queda de vida, acá estamos para encontrarnos, para mirarnos a los ojos y descubrir que nada termina hasta que se termina. Entonces, te tomo de la cintura y te beso con este beso de ayer, con los labios húmedos al imaginarte cuando te bese mañana.
Pero ya está por hoy, me voy, me fui, sigo con mi vida pasada en ese lugar del futuro donde te encuentres. Solo quiero que sepas que no te olvido, ni ahí, ni acá, y lo único que tenés que hacer para comprobarlo es esto que estás haciendo ahora, leer esta carta sin tiempo, que es imagen y reflejo a la vez, desde tu ayer para mi mañana.
RR
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