miércoles, 29 de octubre de 2014

DOS PALABRAS


     Hoy está el horno para bollos y la cama para cucharita; el bien no viene por el mal y las pájaros comen y se quedan insolentes a contarme de tus ganas de soñar.
     Hoy tengo un montón de cuchillos afilados listos para cortarme las venas y ningún palo o astilla para colgar una bandera blanca y rendirme ante el deseo de volver a buscarte y así darme por vencido y, aún vencido, ganar esta guerra contra una paz a fuerza de olvido que solo puede servir para ocultar lo nuevo debajo de este sol que se esconde malicioso.
      Hoy no me importa con quien andás porque sé quien sos por más que ya no quieras saber de mí. Hoy ha muerto el rey y ha quedado el trono vacío y me doy cuenta de que todos los caminos conducen a tu boca y no me importa ni Roma, ni Mahoma ni esa montaña inmóvil que ni siquiera el amor mueve.
      Hoy no es por hache ni por be, es porque el cántaro te lo dan roto para que esa 
maldita fuente llena de falsas esperanzas fabricadas con los talles y las medidas de los que te las venden no se vacíe nunca.
      Hoy he abierto los ojos y he visto que los cuervos que he criado me sonríen amablemente y mi más fiel compañero es este perro rabioso al que nunca me atrevería a matar porque la rabia a veces me ha salvado la vida.
      Hoy me siento un tonto porque me consuelo viendo a otros como yo que buscan y buscan y no encuentran; y cada vez que se van a Sevilla y vuelven, la silla sigue estando vacía recordándoles que no todo se transforma, que a veces no se gana nada y algunas cosas se pierden para siempre.
      Hoy, si me preguntás, preferiría no prevenir nada y enfermarme con aquella tristeza que empañó la ventanilla del colectivo al despedirnos; tal vez porque ya se hizo nunca antes que tarde y veo que, al final, han pasado más de cien años y el mal dura, y nos ha terminado convenciendo de que más vale enjaular a los pájaros para no creer que podemos volar.
      Hoy me doy cuenta de que he perdido las mañas junto con el pelo y de que estoy perdiendo también el tiempo, porque hay heridas que no se curan nunca y sangran de por vida; porque por más que trate de entender siempre me faltarán palabras.
      Entonces, hoy he decidido no callar más y me he puesto a escribirte y así otorgarte todo, hasta el crédito por lo escrito, sólo para confesarte que lavaría tus manos y tu cara con las mías y me bebería cualquier agua que me pusieras delante y que tuviera el sabor dulce de tu sexo.
      Hoy, hermosa, podría haber evitado todo este palabrerío vergonzante y haberte escrito dos palabras, solamente dos palabras, que dijeran mucho más que las mil imágenes de tus ojos que guardo inútilmente .

RR


Ilustración: Pablo Silicz

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