jueves, 27 de noviembre de 2014

CORAZONCITOS DE COLORES


     Supongo que a veces no se puede, que a veces no alcanzan las buenas intenciones, que los campos de margaritas se vuelven campos de batalla donde el orgullo y la estupidez disparan sus municiones venenosas. Supongo que hay que aceptar que los corazones son solo órganos bombeando sangre por unas venas que parecen hervir pero que solo se entibian un poco miserablemente cuando las cosas no salen como esperamos, cuando nos ganan de mano o cuando la cobardía asume el control desplazando a una falsa valentía imposible de encontrar en momentos como este en los que verdaderamente hace falta. Y digo supongo porque de verdad no lo sé, porque yo estoy de este lado de la hoja y vos de ese, porque, al final, lo único que tenemos para darnos son corazoncitos de colores y silencios en blanco y negro. Ni siquiera han quedado reclamos disponibles en los márgenes del recuerdo, aunque sea algún rencor olvidado entre aquellos deseos de desvestirnos camino a la cama que se frustraban en cada intento por esquivarle a la realidad de lo imposible. Será que nacimos de esa imposibilidad, nacimos y morimos en ella, la sacamos a pasear entre frases rimbombantes y excusas premeditadas. Nos atamos de la soga del pasado que solo sirve para ahorcarse, nunca para cruzar el hondo precipicio de lo imposible. Lo imposible… Y debe ser eso lo que nos salva ahora de tener que hacer las cuentas y buscarle el título a esta despedida que tiene de todo menos el adiós final. ¿Quién se animaría a firmar la sentencia de su propio olvido?
      Y, a decir verdad, hasta pronto me suena a mucho porque ese pronto esconde un cinismo encubierto, el de saber que cuando ese pronto finalmente llegue vos ya estarás hablando de lobos marinos y yo habré partido hacia aquel exilio a donde siempre vuelvo en blanco y negro. Mejor no decir nada, mantener cierta compostura para que no parezca que duele, acá, ¿ves?, acá, a continuación de este te quiero que pienso tachar con violencia apenas termine de escribir esto, censurarlo por respeto a un instinto de supervivencia que nunca alcanza para no morirse.
      Vamos, no me llores, no me refriegues tus lágrimas sobre las mías, no me escribas recetas para vivir mejor porque no las hay, porque hay que asumir la derrota y morirse como corresponde, con miedo, con dolor, con la angustia y la desazón propia de la desilusión. No me vengas con ese “mejor así”. Mejor así, no; mejor así, nada. Mejor sería poder caerme de esta realidad y tomarte de la cintura o de las orejas y besarte la boca y los pechos hasta borrarte el último de los dolores que se amotinan en tu cabeza y en tu vientre cuando te toca enfrentarte con el temor a la soledad. Mejor sería poder hacer de cuenta que lo imposible no es inevitable, que querer es poder y que tal vez debería hacerle caso a esa bomba maldita que nunca duerme y que me tiene acá, de este lado de la hoja, dibujando corazoncitos de colores.

RR


Foto: Pablo Silicz

No hay comentarios:

DE LA NOCHE A LA MAÑANA

     ¿Qué hora es?.. ¿Ya?.. ¿Y a qué hora se hizo esta hora? ¿Dónde estaba yo cuando esa hora vino y se fue la anterior? Porque se fue, se...