lunes, 21 de abril de 2014

CAPÍTULO 31


     Y apagaré la luz a la salida y cerraré la puerta dejando todo en este cuarto para que el tiempo lo guarde o lo destruya. Y volarán por el aire las hojas y los besos y las palabras y las fantasías. Y ya no habrá nada que rescatar, nada que salvar, nada que esperar, habremos sido, y cuando digo habremos sido es exactamente eso, habremos sido, este poco y nada que somos ahora, estos límites que pone el idioma para expresar algo que no los tiene, esta búsqueda de sonidos de abecedario que lleguen como campanadas de una iglesia vacía hasta tus oídos. Habremos sido esto que no somos, este ir hacia ninguna parte, este volver con las manos vacías en cada viaje, esta derrota constante que solo logra enviarme nuevamente al campo de batalla a luchar por tu sonrisa, por tu vida a la que no pertenezco ni perteneceré nunca. Cuando cierre esa puerta saldrán los duendes de sus refugios a quemar las cartas, a saldar las deudas acumuladas durante tanto tiempo; saldrán a romper los relojes que marcaron las horas, las mías lentas e interminables, las tuyas, solo tuyas. Habrá una gran hoguera y un gran festejo, habrá una ronda y acamparán siete días y siete noches junto a esta silla y esta mesa donde tu nombre será arrancado de mi vida para siempre, donde mis deseos, mis esperanzas y mis obsesiones serán desterrados definitivamente, donde tus sueños, tus bailes y tus faldas desaparecerán del museo de mi memoria y se clausurará esa puerta que me que conducía irremediablemente cada día a buscarte, a soltar mariposas para tu estómago, a mirarte en esas fotos asesinas de cualquier esperanza de sobrevivirte.
      Todo habrá terminado, como termina todo.
      Todo será lo que fue y ya no lo que pudo haber sido.
      Todo se convertirá en nada y la nada lo consumirá todo.
     Habrá un silencio definitivo en mi teléfono, en mi puerta y en mis manos, habrá la imposibilidad concreta de que aparezca de repente un día por tu casa después de seguir tu rastro como un perro andaluz. Y donde antes dejaba un espacio para escribir un posible nuevo capítulo aparecerá un punto y aparte definitivo, despiadado y contundente. Habrá entre los desperdicios y los deshechos del mundo un manojo de cenizas de un fuego que nunca existió, unas brasas ilusorias y fantasmales, un catálogo detallado de burlas a mis espaldas que me perseguirán sin que me importe.
    Quedará un espacio sin nombre y sin entidad a la hora de arrimarme por un rato a la noche, de acomodarme en el sillón y servir un vaso para oir tu voz, para acurrucarme en tu hombro y brindar por esos tiempos que pudimos compartir juntos, con esa soledad de las compañías desconocidas, con esas canciones que te guardaban celosamente para soltarte una caricia en momentos como aquellos que solías imaginar. Quedará algo parecido a una palabra y después otra y luego otra más. Habrá un recuerdo y habrá una sonrisa grabados en la transparencia de un pedacito vidrio caído de tu bolsillo al vestirte. Habrá un silencio definitivo entre vos y yo sellado por un último beso. Y, finalmente, la nada.

     (Pero el pedacito de vidrio…)

RR


Foto: Pablo Silicz

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