miércoles, 2 de abril de 2014

MI BARRIO


      ¿Y por qué debería a esta altura ir a buscarte? Si yo no le debo nada a nadie, no te debo nada a vos, no te debo ni una de estas cartas, ni una de las lágrimas que corren entre los huesos, ni una de las malditas noches en que me senté a hablarte solo mirando al cielo. No han quedado deudas entre nosotros, cada uno tomó lo que le correspondía y siguió su camino. Y este es el camino que yo decidí tomar, el más fácil, el menos doloroso, el de hacer como si nada pasara, como si vos estuvieses ahí esperando una palabra mía que te alegre el día y te robe una sonrisa. Yo preferí creer que todo esto es un mal entendido, que el destino nos va a tomar de la solapa y nos va a juntar de prepo en una noche inesperada. Entonces, mientras tanto, me senté en esta mesita a contar historias que no son otra cosa que inventos, laberintos sin salida, una burla para quienes creen que son algo, una escalera que no lleva a ninguna parte. Estas cartas solo son historias apócrifas de amores pasados, de amores muertos y enterrados, amores asesinos, amores imposibles, amores que nunca alcanzan, como todos los amores.
      Estas son las cartas que escribo, cartas sin destino y sin mérito alguno, cartas robadas de otras cartas, las que fueron, las que son, las que podrían ser. Y todas son falsas y todas son verdaderas. Y vos no estás en ninguna y cada una habla de vos, oculta en los significados y en las moralejas. En ellas, vos estás donde has elegido estar, ajena a la posibilidad de ser tocada, de ser rozada por un adjetivo que te acaricie, ausente en este barrio de palabras de dudosa reputación. Pero, sin embargo, vos sos la única que puede ver esa pared falsa que disimula una entrada a la verdad, a lo que oculto, a lo que no se lee. Sos vos la única capaz de llegar hasta esta oscuridad donde habito, entrar sigilosamente, colgar el pasado en el perchero por un rato y, desnudándote, sacar a empujones a los demonios que me habitan, a los que debo alimentar de a ratos, de a poco, de cerca. Vos, querida mía, sos la única que puede modificar el rumbo y aclarar el destino escondido entre tantas palabras inútiles. Palabras que, para vos, solo son silencios, y para mí, la prueba que me incrimina y me deja en evidencia ante la mentira de un olvido falso al que desdichadamente trato de aferrarme.
      Estas no son las cartas que te escribo. Tus cartas han ido a parar una a una al cesto de la basura antes de ser escritas. Tus cartas se han ido hundiendo irremediablemente en el olvido que, como una ciénaga, las traga lentamente. Y ya nada las podrá salvar de su destino final, excepto el aroma mágico de tu cuerpo que hoy es solo un recuerdo que de a poco se va extinguiendo en este fuego alimentado por las hojas que caen de un cuaderno que también está atravesando su otoño. Y con cada palabra que escribo me hundo más en la ciénaga. Y con cada hoja que cae alimento este deseo que alguna vez nació del contacto con tu piel y que solo puede morir mansamente entre tus piernas.

RR

 Foto: Guillermina Raggio

No hay comentarios:

DE LA NOCHE A LA MAÑANA

     ¿Qué hora es?.. ¿Ya?.. ¿Y a qué hora se hizo esta hora? ¿Dónde estaba yo cuando esa hora vino y se fue la anterior? Porque se fue, se...