Si vos supieras cómo es despertarse a la madrugada y camino al baño ser abrazado por un recuerdo y volver a la cama sólo para sentir la ausencia de tus pechos en mi espalda.
Ay, si vos supieras...
Si vos supieras que no hay manera de cerrar las compuertas de la memoria que trae los fracasos como una manifestación revolucionaria que me reclama que te busque una y otra vez, una y otra vez, una y otra vez.
Ay, si vos supieras...
Si vos supieras que esas alegrías espontáneas e injustificadas que me abordan a veces y me llevan hasta tu puerta no son producto de un momento cualquiera sino que se justifican irremediablemente en aquel amparo de tu boca cobijando el cascabeleo de los dientes chocándose en el beso.
Ay, si vos supieras...
Si vos supieras que entre todas las desgracias que me han hecho y deshecho existe una costura con el hilo de tu respiración en el teléfono luego del adiós final.
Ay, si vos supieras...
Si vos supieras que ya no te quiero como te quería, que ya no te extraño como te extrañaba, que ya no te siento como te sentía. Que nada más siento que te quiero porque te extraño.
Ay, si vos supieras...
Si vos supieras que te he escrito una canción y un poema y mil cartas que se pudren en un cajón con tu nombre adornado por una sonrisa para salvar tu recuerdo de la amargura del olvido impuntual e inoportuno.
Ay, si vos supieras...
Si vos supieras, querida, que de aquel pasado de fraseos amorosos en una cama a tu lado y este presente de viento helado, sólo han sobrevivido palabras que bailan con tu recuerdo desnudo alrededor de la tumba de la tristeza y que han renunciado para siempre a la posibilidad de encontrarte y no reconocerte.
Ay, si vos supieras...
RR
Foto: Walter Colantonio
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