jueves, 1 de mayo de 2014

ESTA COSTUMBRE


     Y yo acá, leyendo a este tipo que tiene la desgraciada costumbre de abrirse siempre en alguna página donde justo me encuentro, y entonces te encuentro a vos que probablemente te acostaste hace un rato nomás con esas marcas de la noche y las caricias de alguna víctima. Cada vez que nos encontramos acá es lo mismo, es cuidarte el sueño o la vigilia, es acercarte un mate y darte un beso en la frente, es soportar estoicamente la ansiedad y evitar decirte algo que te pese y te aleje, que te suba a la calesita de los pies que dan media vuelta y te llevan hacia la puerta, enojada, sin tener en cuenta que te quiero y que por eso mismo a veces puedo ser un poco torpe y tropezar con las palabras tratando de desnudarte, tratando de saborear tu tiempo antes de que tus ojos felinos se pierdan en esa mirada a la que no tengo acceso, una mirada con nombres desconocidos, con otros cuerpos y otras ansias, una mirada puñal que no me toca y con eso me mata, una mirada como una soga que se esconde del suicida y le niega la muerte y lo deja agonizando la vida perpetuamente.
      Y cada vez que te encuentro en este lugar tengo miedo de no encontrarte, de encontrar solo tus piernas que sostienen la curva de tu pubis angelical y tu espalda y tu vientre y tus senos y tus brazos que sostienen tus manos donde se apoya tu cara de chiquita linda con unos labios que para mí son ya extranjeros y unos ojos que miran siempre al futuro desde la azotea, sosteniendo un zapato y envuelta en una bufanda multicolor, sosteniendo pensamientos encontrados por las calles de la vida, esa vida donde ya no puedo asomarme y entonces me siento un tipo miserable que no tiene nada, solo una visión idealizada de tu maravilla externa, solo este manojo de palabras que te sobrevuelan ilusionadas pero que nunca podrán aterrizar en tus dolores y en las alegrías que desatan tu risa que tampoco me ríe, que solo ríe para otros desde otros, y yo soy otro otro.
      Ahora ya es la tarde, tomemos estos mates de yerba nueva y amor lavado. Después podés darte media vuelta, acomodar la almohada debajo de tu cabeza y desaparecer, yo me quedaré a tu lado sin que notes mi presencia. Como hemos hecho hasta ahora, vos en tu azotea y yo con este temor idiota de alejarte cuando, en realidad, ya te has vuelto inalcanzable, con esta costumbre diaria de encontrarte en alguna página y perderte para siempre en estas cartas que escribo y guardo sin razón.

RR


Foto: Guillermina Raggio

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