Al final del túnel no hay luz, solo el silencio, la oscuridad, la nada. Al final del túnel no hay ángeles ni predicadores esperando, no hay llantos ni lamentos ni salvación eterna, no hay tierra ni gusanos ni padres nuestros, no hay milagros ni resurrecciones. Al final del túnel solo existe el final. Y en el final están todas las respuestas. En el final se acaban las preguntas, se acaban las especulaciones, se acaban las excusas. En el final están los hechos crudos y descarnados sin palabras que los justifiquen, sin versos que los adornen. El final del túnel es el final del amor y el final del amor es final de la vida de quien fuimos alguna vez, un amante, un novio, un enamorado oculto en el desamparo del amor no correspondido. Al final del amor no hay luces, ni música, solo esperanzas rotas y un ejército de desilusiones que atacarán incesantemente hasta nacer de nuevo, escarbando entre la tierra con las uñas rotas y saliendo a la luz al encuentro del otoño que cambia verdes por ocres, hojas por vientos, fracasos por esperanzas.
Y se renace en otoño, no en primavera, se renace entre árboles desnudos que permiten ver el cielo, que me dejan ver tus ojos nublados, que te traen a desnudar las penas, a preparar el cuerpo para las tormentas venideras y armar un fogón de abrazos que protejan, que calienten tu sexo helado por la noche. Y renacerás de tus pérdidas y tus dolores. Y dejarás morir lo que deba morir, dejarás que se pudran las fantasías de amaneceres perdidos en fotos viejas, de besos que hoy solo saben a olvido. Dejarás que la marea suba y se lleve los restos de la última cena, de la sangre derramada en vano, de los huesos de un esqueleto destrozado por los golpes. Renacerás hasta morir, hasta dejar tu cuerpo de mujer y renacer de la tierra que tantas veces escarbaste. Renacerás entre las hojas caídas y entre las flores aún cerradas. Renacerás entre los pasos que renuevan los caminos, entre las lágrimas de los amantes nuevos que creyeron en el amor eterno y que ahora les toca morir para renacer. Renacerás con el tiempo que nunca se detiene, ni por vos ni por mí ni por nadie. Renacerás, tal vez, como he renacido yo, al calor de este juego de palabras en cartas viejas, amontonadas en un rincón como hojas en otoño.
RR
Foto: Guillermina Raggio
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