viernes, 7 de marzo de 2014

TREINTA Y TRES


      Dejame recorrerte por última vez con la mirada. Dejame que lea estas últimas líneas y que me las grabe en los ojos, que se tatúen en mis retinas, que se incrusten en las paredes ya derruidas de mi alma vieja y cansada. Ha llegado el momento de dejarte en silencio, en esta ausencia tuya que has madurado tenazmente en esta habitación y en estas hojas. Dejame escribirte por última vez que te quiero, tanto que ya no puedo quererte. Porque no quiero quererte hasta que la muerte nos separe, hasta que corra la sangre del olvido cruel. Te quiero hasta acá, hasta esta última carta en donde me llevo mi amor a la tumba de la memoria, al canasto de los objetos perdidos que nadie reclama. Y te quedarás ahí, te guste o no, una marca en la piel, una cicatriz en un libro ajado, una raya en un disco. Y cada vez que escuche tu nombre escucharé como salta la púa y me corta la carne y me hiela la sangre. Como ahora, como en este mismo instante en donde me trago el dolor y fijo la vista en el último reflejo de tu recuerdo de chiquita tierna, de bailarina solitaria, para decirte hasta siempre.

RR


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