martes, 4 de marzo de 2014

EN ESTA NOCHE


      Voy a decirte algo que duele, que me duele en el alma, que me duele en el orgullo y en el amor propio, que me duele sin horarios y sin modales. Hay algo que ya no puedo seguir guardando porque me está comiendo como una plaga, es como un viento del mar persistente que oxida mis articulaciones y me inmoviliza frente a vos. Me duelen los pensamientos de solo pensarlo, pero más me dolería la vida si no dejara que me duela. No me duelen ni las traiciones ni las desesperanzas, no me duelen las marcas del tiempo ni los llantos ni las ausencias ni los rechazos, no me duele la muerte que se pavonea por la vida impunemente, ni me duele esta noche sin estrellas. Lo que me duele es lo que quiero, es lo que respiro, es lo que busco y lo que encuentro. Lo que me duele es el saber y el haber y el estar. Me duelen los pronombres y los adverbios, me duelen el sujeto y el predicado, me duelen las prosas y los versos, las cartas y el destino.
      No es fácil para mí aceptarlo, no será fácil seguir después de decirte que lo que me duele sos vos. Vos que has crecido como una hiedra en mi vida usurpando cada rincón oscuro de mi existencia, iluminándola con una luz ficticia que me hace creer en señales falsas. Y entonces te quiero y eso duele, quererte me duele, porque quererte es aceptar a una y renunciar a todas, es un alambre de púas que no me permite seguir ningún otro camino que no sea el de tus pasos, es tener que hacerme cargo del por qué de mi vida y del por qué de mi muerte. Sí, así como te lo digo, me duelen tus ojos y tu vientre, me duelen tus dedos finos y tu pelo color miel, me duelen tus piernas que bailan y tu voz que murmura, me duelen tus pechos firmes y tu espalda como un tobogán. Me duele saber que no tengo oportunidad de querer a nadie más mientras te quiera a vos, mientras sienta la persistencia de este dolor que soy yo entregado a la fatal decisión de quererte, sin complejos ni vergüenzas, sin lamentos ni dudas. Entonces te quiero así, palabra tras palabra, carta tras carta. Como un dolor sin remedio.

RR


Foto: Guillermina Raggio

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