viernes, 31 de enero de 2014

AL ATARDECER
      
        A veces sucede que cuando alguien pregunta sobre algún hecho extraordinario la respuesta es: "no tengo palabras". Pues bien, ayer me preguntaron por vos, ¿y sabés qué contesté?: "sólo tengo palabras". 
     Y sí, es todo lo que tengo. Podría ponerme en la postura de poeta de cinco pesos y declarar que estas palabras son tuyas porque vos sos mi fuente de inspiración, y bla bla bla... Pero no, querida, estas palabras son únicamente mías. Ellas son lo único que va quedando en esta lenta agonía que está llegando a su fin. Estas palabras son burbujas de aire en medio de la asfixia que a veces produce el recuerdo. Estas palabras son mi refugio para esconderme de todos y quererte en silencio, porque ninguna asomará nunca su cabeza afuera de estas cartas que son escritas una a una en el desvelo, en la apoplejía de la razón, en la más desesperante de las angustias. Sin embargo, cada una de ellas es una celebración. Mi recuerdo de vos nunca podrá teñirse con el desasosiego de mis días y de tu ausencia, tu recuerdo permanecerá a salvo de las crueldades de la memoria y de los rencores.
      Ya no nos queda mucho más tiempo, ya no me quedan muchas más palabras, todo va tocando su irremediable fin.Y en esta muerte lenta de tu recuerdo, en ese intercambio natural de sentimientos verdaderos por nostalgias imaginadas, tu imagen está a salvo. Nunca quise echarte de mi vida, nunca pretendí olvidarte porque, como ya lo habrás leído en algún lado, nunca lo conseguiría. Porque te quise y porque te quiero aún en este final anunciado. 

     Seguramente no llegues a leer nunca ni una sola de estas cartas; ni una sola de estas palabras mías llegarán nunca a ser tuyas. Nada de lo que vos no reclames de mí llegará jamás a ser tuyo. Porque nada cae del cielo, porque nada es un regalo, todo debe ser buscado, luchado y ganado, y lo que se toma para uno debe ser retribuido con días y noches de nuestras vidas. Aquel amor que se fue yace ahora agónico en este papel, en esta tinta, en este viento que sopla sus restos que se pudren cumpliendo el ciclo natural de todo, hasta del amor.
      Sólo palabras me quedaron, sólo esta pila cenicienta de pronombres, verbos y sustantivos adjetivados por tu recuerdo que se va escondiendo en la memoria como se esconde el sol en las tardes. Ahora no me queda más que mirar hacia el horizonte y brindar a tu salud en este maravilloso atardecer que se lleva tus ojos para siempre. Adiós, amor mío, ya podemos descansar en paz los dos. No tengo más palabras.

RR


Foto: Pablo Silicz

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