lunes, 27 de enero de 2014

ALEGATO FINAL DE UN HOMBRE ENAMORADO
   
Querida:

      En respuesta a su última carta lacrada con ese silencio tan suyo sólo puedo decirle: lo lamento. Lamento mucho quererla así, desconsideradamente. Lo siento, nunca pensé que el sólo hecho de verla caminar tan cerca y a lo lejos podría provocarme esta incontenible sensación de abandono y descontrol. Créame, nunca me había pasado sentir una necesidad tan escandalosa de besar, de arrancar las agujas del reloj y detener el tiempo y echar el mundo a rodar y zambullirme al mar helado en pleno agosto.
      Lo sé,
de nada serviría tratar de ocultar esta sonrisa permanente que me delata y me pone en el banquillo de los acusados sin posibilidad de arrepentimiento. Soy culpable. Culpable de quererla como la quiero, despiadadamente, con alevosía y sin atenuantes. La quiero, en pleno uso de mis facultades aunque me vuelva completamente loco.
      Adelante, deme la condena que usted considere justa, la aceptaré sin excusas. No hay manera de someterme a otra cosa que no sea a sus idas y vueltas, a su presente, a su futuro y hasta su pasado que desconozco de principio a fin.
      Y si tengo que esperarla encerrado en la oscuridad que se bate entre el ocaso y el amanecer, escribiendo estas cartas malditas sobre paraisos perdidos, pues bien, acá me quedaré.
Pero no crea que estoy intentando ser un héroe. De ninguna manera. Entienda que el amor no da opciónes. Pues algo que desconozco trajo sus huellas perdidas a los límites de mi camino, y a partir de ese momento no me quedó otra cosa que hacer que que seguir el suyo.
      Y aunque me pudiese dar la cabeza contra el muro más elevado de las imposibilidades; aunque me expusiera desvergonzado a las miradas y a las burlas; aunque su indiferencia pudiera ser un día el peor de los tormentos; aunque el filo del olvido bajase finalmente como una guillotina sobre mi cabeza, sólo usted, Querida, puede hoy mantenerme creyente de estar vivo.
      Sin embargo, no tema por usted, ni por mí. Llegado el momento, el camino correcto será el que guiará sus pasos. Mientras tanto, la invito a mantenernos cerca, a seguir cruzando estas miradas de lado a lado que quizás nos puedan ayudar a desvestir nuevos deseos y aliviar viejos temores. Y si en el final decide borrar sus huellas de este sendero mutuo, usted no volverá a saber jamás de mí. Pues yo abandonaré su destino y me declararé un hombre felizmente muerto.


RR


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