Andá acostumbrándote a esto. Andá acostumbrándote a que te busque, a
que te escriba y que te cante, a que te corteje, a que te quiera
denodadamente, con los ojos y con las manos, con el alma y la
consciencia, de día y de noche, cuando estás presente y en tu ausencia.
Acostubrate a que, a pesar de lo que hagas para alejarte de mí, yo voy a
seguir acá, queriéndote, porque no lo puedo evitar.
Porque hay cosas que son como son, o como tienen que ser, no lo sé
exactamente. Te juro que lo mío no es mala voluntad, yo traté pero no
pude, intenté pero no lo logré. Es algo así como volar, puedo saltar
desde un barranco pero eso no es volar, eso es caer. Así traté de dejar
de quererte, de olvidar, de mirar para otro lado, pero no hubo caso.
Estoy así, encallado en vos como un barco que ya encontró su destino
final. Eso es lo que siento, siento que he llegado a mi destino, de
ahora en más el resto del camino lo quiero hacer con vos y si vos no
querés nada puedo hacer, solo quedarme varado en esta playa. Yo no
decidí quererte como te quiero y por esa misma razón tampoco puedo
decidir dejar de quererte. Tal vez creas que estoy loco y probablemente
lo esté, pero hay algo de lo que estoy seguro: estaría loco si te dejo
pasar, si me resigno a vivir en la nostalgia de tu recuerdo, si no trato
de captar tu mirada, si no intento llegar a vos, aunque sea con esta
carta que es un nuevo salto al vacío y que al igual que las otras no
espera respuesta.
RR
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