lunes, 27 de enero de 2014

LUCES Y SOMBRAS


      Ya está, esa es la puerta, vos conocés bien la salida, te has ido una y mil veces y una y mil veces te he buscado, pero ya está, no más. Al cerrar esa puerta me quedaré solo (tan solo como un hombre a veces debe estar). La luz, la tuya, habrá quedado afuera y solo me quedará la oscuridad para abrazarme y no soltarme jamás. Y vendrán días de furia, de tristeza, de desdicha y desesperanza. Mi cara se despejará de risas y de brillo, solo quedarán un puñado de expresiones abandonadas en la desolación. Y se irán los amigos y hasta los conocidos. Será el final.
      Entonces, tal vez suceda lo que sucede después de cada tormenta por más terrible que sea, tal vez un rayo de luz asome un día entre tantas nubes negras y reviva la tierra. Tal vez ese rayo de luz sea el reflejo de unos ojos claros, prometedores de nuevos tiempos y nuevas miradas. Puede ocurrir que esos ojos se queden por una noche, hasta la mañana o hasta siempre. Y si no fuese así, si esos ojos que vienen a ocupar tu lugar esa noche deciden irse con el amanecer se llevarán la tormenta y la oscuridad y dejarán su reflejo en este cuarto que hasta ahora solo conoce el tuyo, ese que me estremece mientras escribo esta carta, la última, la que no volverá a repetirse nunca, como esta imagen en mi cabeza, como este tatuaje con tu nombre en el alma, como vos, mujer y luz.

RR
 
 

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