lunes, 27 de enero de 2014

VUELTAS
(Crazy love)

      Y sé que cada vez que me ve sobrevolando su indiferencia ella se pregunta por qué todavía sigo dando vueltas sobre este asunto. Y yo no sé, no tengo una respuesta para darle. Será que cuando la vi aquella primera vez me enamoré como un pobre bicho sin darme cuenta, sin ni siquiera notarlo en ese momento y sin siquiera quererlo. O tal vez pueda ser todas esas otras vueltas que tuve que dar a su alrededor como una mosca hasta lograr su atención. Aunque es una posibilidad también que aquella sonrisa que se me dibujaba al verla mientras la sobrevolaba tenga algo que ver. Hasta es posible que la razón se esconda misteriosa en aquellas provocaciones y desatinos constantes de su parte que lograban atraerme primero y repelerme después de su lado -sólo por un rato nomás, hasta sentir un vacío en el estómago sin posibilidad ninguna de sostener su ausencia por más tiempo y volar a buscarla desesperadamente como si fuese un salvoconducto en medio de la guerra-. Existen chances y probabilidades, pero no una respuesta definitiva.
      Quizás todo haya comenzado aquella vez cuando me animé y le dije "te quiero" y ella me respondió jugando "yo también" y, entonces, haya cometido la equivocación de creer que eso era todo lo que hacía falta. ¿Cómo no pensar así cuando cada vez que la miraba a los ojos y le decía hola antes de estrellarme contra su beso todo parecía desaparecer a mi alrededor? ¿Cómo adivinar que aquello era sólo un efecto de alguna especie de embrujo que me transmitía a través de sus ojos?
      No, no logro darme cuenta por qué sigo dando vueltas a su alrededor, por qué no he caído muerto de una vez por todas como un insecto digno. Y supongo que por eso le escribo cartas revoloteando sobre su ausencia. Porque, como cualquier pobre bicho enamorado, todavía sigo tratando de acercarme a su ventana que da a un falso paraíso, sin aceptar que aquellos ojos que jugaban a mirar enamorados no eran más que los trazos de un espiral fulminante tratando de ahuyentarme de su lado y dejarme sin ganas de escribirle esas ridículas cartas que todavía le arrojo cada tanto desde el cielo.

RR


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