domingo, 26 de enero de 2014

DE VISITA POR TU VIDA


      Me gusta creer que me esperás cada noche, que te quedás hasta tarde cubierta por una manta cargada de ansiedades esperando la señal que te avise que llegué. Si algún día supiera que no te interesa recibirme te aseguro que dejaría de venir, porque mi idea es dibujarte una sonrisa en la cara y que al final cierres los ojos pensando en que si algo sale mal yo estoy acá, para amortiguar tu caída o sólo para ofrecerte el hombro.
      Me gusta pensar que la curiosidad es parte de nuestra relación, que vos tal vez preferís que no aparezca más pero que dentro tuyo hay algo que te empuja a saber qué es todo esto, qué puede haber de diferente de mi última visita. Mi curiosidad, sin embargo, es saber si vos me visitarás alguna vez, si escucharé yo tu señal, si sentiré tu presencia un día como invitándome a deshilar tu pelo en tu cama, a cortar palabras con besos, a sofocar orgasmos con abrazos.
      Me gusta imaginar que la puerta se abre, que me mirás y que antes de reconocerme ya estás esperando que sea yo, aunque jamás lo admitas, aunque te lleves el secreto a la tumba. Imaginar ese breve instante entre la mirada y el reconocimiento, como el momento de saltar al vacío sin saber si el paracaídas se abrirá, ese momento de incertidumbre plena, de maravilloso terror, de sentirse más vivo que nunca, y que al instante de verme, de reconocerme, tus piernas se aflojan y sólo te sostiene una flecha clavada en el pecho que te deja desnuda y expuesta, temblando ante la ridícula posibilidad de sentirte atraída por un tipo como yo.
      Me gusta sentir que aún puedo mover un poco el avispero de tu cabeza y descolocarte y ponerte en la duda de lo que es y de lo que debería ser. Porque yo no estoy intentado nada con vos, no busco ni tu aprobación, ni tu consuelo, y hasta podría llegar a confesarte que ni siquiera busco tu amor. Cada vez que me veas llegar verás a un tipo inseguro y cobarde que cada mañana se levanta arrimando palabras en un papel para tratar de encontrarle una razón a algo que no la tiene y que no la necesita, y que se acuesta con la esperanza de que la noche le devele el misterio entre sueños perdidos en ese mar tempestuoso de la soledad irremediable.
     Por eso me gusta visitarte siempre que puedo, porque todavía creo, porque todavía pienso, porque todavía imagino y, fundamentalmente, porque todavía te siento. Y por eso arrimo una vez más estas palabras en esta hoja, y por eso me aferro a cualquier cosa en medio de ese mar feroz que me traga cada noche y me escupe cada mañana sobre la arena, naufrago de un amor hundido hace tiempo en el olvido.
      Y ahora, en estos últimos renglones, sólo me queda dejarte un beso en el punto final y despedirme hasta la próxima carta, hasta la próxima vez que abras tu puerta y veas un sobre en el piso con mi nombre y con el tuyo, y entonces vos sientas la flecha en el pecho y yo me rompa feliz contra el suelo sin paracaídas.

RR

No hay comentarios:

DE LA NOCHE A LA MAÑANA

     ¿Qué hora es?.. ¿Ya?.. ¿Y a qué hora se hizo esta hora? ¿Dónde estaba yo cuando esa hora vino y se fue la anterior? Porque se fue, se...