ELLA Y ÉL
Y se le ocurrió mirarla de
lejos, observarla andar como quien ve una mariposa revolotear alrededor.
Cada día se sentaba en el banco de la plaza solo para verla pasar, para
sentirse incluido en su mundo aunque sea por ese breve instante
en que él formaba parte de la escenografía en esa escena matutina.
Haberle dicho hola hubiese sido algo esperable, incluso mirarla a los
ojos al pasar para tratar de encontrar algún destello especial, algo que
se encendiera con su mirada. Pero no podía, algo lo alejaba de esa
mirada que lo conmovía, que hacía temblar sus manos y sudar su frente.
Había algo en ella que era sagrado, que no lo dejaba acercarse por
alguna especie de temor a profanar lo que para él era la vida misma
encarnada en un ser humano. Ella era la que le daba sentido a todo. Sin
ella el sol era solo una luz en el cielo y el cielo solo un vidrio
celeste. Aquello que lo atraía tanto, a su vez lo retenía, lo frenaba y
no le permitía acercarse. Ella era su musa, su pitonisa. Ella inspiraba
sus versos y predecía su futuro, ese que de a ratos se presentaba con
todos los colores del arco iris, como cuando ella pasaba a su lado, o en
un gris opaco como cuando la perdía de vista.
Pero entonces, algo sucedió, algo que inevitablemente siempre sucede, porque todo tiene un límite, porque todo tiene que terminar tarde o temprano, para bien o para mal. Un día finalmente tomé coraje (o quizás solo perdí la cabeza) y decidí escribirle una carta y decirle "te quiero".
Y así... supe que todo había terminado entre nosotros.
RR
Pero entonces, algo sucedió, algo que inevitablemente siempre sucede, porque todo tiene un límite, porque todo tiene que terminar tarde o temprano, para bien o para mal. Un día finalmente tomé coraje (o quizás solo perdí la cabeza) y decidí escribirle una carta y decirle "te quiero".
Y así... supe que todo había terminado entre nosotros.
RR
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