Cuando tengas un rato, sentate tranquila y releé esto que estás leyendo
ahora y tal vez te des cuenta mejor de qué es lo que te estoy
proponiendo, porque no es el cielo ni el paraíso ni la felicidad eterna.
Lo que te propongo es quererte, sin vergüenzas y sin pudores; te
propongo amaneceres soleados y también tormentosos; te propongo
abrazarte por la noche sin querer nada a cambio, solo porque
te quiero, porque abrazarte es aferrarte a mi vida; te propongo el
silencio de los enojos compartidos para que nuestras miradas hablen y se
digan todo lo que tienen para decir; te propongo disimular que vos y yo
no necesitamos más nada y de esa manera reirnos solos en medio de la
multitud; te propongo, hermosa, que seas vos y no otra, así, como sos,
con tus dires y diretes, con tu ternura, con tu arrogancia y con esos
ojos cargados de lágrimas íntimas que son capaces de regar todo esto que
florece cada vez que me siento a escribirte.
Lo que te propongo es complicarnos la vida en un banco en una plaza donde poder mirarte mientras cae la tarde, correrte el pelo y decirte despacito al oido: te quiero.
Lo que te propongo es complicarnos la vida en un banco en una plaza donde poder mirarte mientras cae la tarde, correrte el pelo y decirte despacito al oido: te quiero.
RR
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