DE YA NO SER
Palabras, palabras, palabras. Amor, olvido, deseo, dolor, noches, días,
ojos, manos, bla, bla, bla. Las palabras no podrán nunca ilustrar el
cataclismo que se produjo en mi vida al verte. Fue como una revelación, y
ya no pude hacer nada para resistirme, solo me quedó sucumbir,
derrumbarme como una torre de naipes, avergonzado ante tu mirada que me
tomó de la solapa y me dominó impunemente. Y ahí estaba yo, indefenso y expuesto, sin poder hacer nada para resistirme, atraido como Ulises por las ninfas.
Así arranqué mi odisea. Mi perdición comenzó con vos y la acepté
gustoso y contento, consciente y conforme de que si de algo íbamos a
morir, yo prefería morirme así, entregado a vos, la mujer que capturaba
mi sueño y mi vigilia. Si había que morir, pues bien, ¿qué otra razón
más verdadera y trascendente que esta tendría?
Y ahora, mientras
miro desde este lugar tan nuevo para mí a esos pocos alrededor de ese
agujero en la tierra y no te veo entre ellos me pregunto: ¿valió la
pena? Y solo existe un respuesta para esa pregunta: viví buscándote
hasta que te encontré, te quise y me morí queriéndote. ¿Qué más puedo
pedir?
RR
Foto: Guillermina Raggio
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