LA MUERTE
Acabo de dejar este mundo. Y no hay túnel ni luz, no hay parca ni
ángeles, no hay cielo ni infierno, no existe Dante ni Virgilio. Sí, he
muerto como cualquiera, como todos los que murieron antes y todos los
que morirán después. He cumplido con la única profecía verdadera, con la
única promesa a la que no podremos faltar nunca. La muerte es la
lealtad de la vida. Nacemos con el resultado final ya puesto:
perderemos.
Y quizás no debería sentirme como me siento, satisfecho
con mi derrota. Pero así es, no me he muerto ni triste ni feliz, me he
muerto satisfecho. Ya no hay disculpas del caso, ni vuelta atrás, ni
posibles reclamos. He sido lo que he sido y eso es todo. Nunca fue ni
será posible cambiar nada de lo hecho, ni los errores, ni los aciertos.
Hoy no soy más que un recuerdo, una foto vieja, un tiempo que ya pasó. Acepto la muerte sin querellas porque es parte de la vida; porque alguna vez comprendí que el precio del amor era la muerte. Entonces, lo que he sido ya no me pertenece. Ahora le pertenece a tus días, hasta que ellos también se acaben.
Hoy no soy más que un recuerdo, una foto vieja, un tiempo que ya pasó. Acepto la muerte sin querellas porque es parte de la vida; porque alguna vez comprendí que el precio del amor era la muerte. Entonces, lo que he sido ya no me pertenece. Ahora le pertenece a tus días, hasta que ellos también se acaben.
He
muerto, sí, pero sé que aún vivo en tus ojos tiernos que ayer me
conquistaron y hoy me guardan. Mi muerte, mi verdadera muerte, hubiese
sido tu indiferencia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario