lunes, 27 de enero de 2014

ÚLTIMOS DÍAS

     Usted, querida, tal vez no lo sepa, pero el amor no es como morir, el amor es morir. Yo, por ejemplo, me muero de ganas de usted cuando la distancia nos aleja y entre usted y yo se interpone un silencio que es como un agujero negro donde la nada se revela dolorosa, majestuosa y dominante.
     Y en esas horas aciagas me muero por tenerla cerca, notar su presencia aunque la oscuridad me impida verla.
     Me muero por tocarla y acariciar su pelo; por rodear su cintura y pasar los dedos de mis manos suavemente sobre sus pezones erguidos y alertas. 
     Me muero por zambullirme en su boca desde esta locura que me empuja a buscarla aunque me muera en el intento. 
     Me muero por saber de usted, sin intermediarios, ni encomiendas, ni cartas; saber de usted por el suave susurro de su voz; saber de usted de su puño y letra. 
     Me muero por caminar a su lado abrazándola, convertidos en un amoroso ser de cuatro piernas. Caminar sincronizados, cuidándonos del frio del invierno, apurando el paso para traerla a mi cama -que usted bien sabe que también es suya- sólo para tener una buena razón para pasar la noche en vela mirándola, bebiéndo de sus sueños con devoción. 
     No, querida, el amor no es como morirse. El amor es la muerte que todos deberíamos perseguir. Por eso yo elijo morirme en estos momentos en que debo despedirme por un rato de su ausencia mortal, para refugiarme en los dictados de su recuerdo y resucitar como un fantasma hasta que usted vuelva. 
     Vida mía.

RR

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