RESURRECCIÓN
Un día finalmente llegó el momento de salir. Un día su olvido dejó de matarlo y volvió a la vida, no como un zombie, no como una sombra de un pasado que ya nadie iba a rescatar. Sólo él y el día, sólo los pies y la tierra. Y mientras atravesaba esa puerta podía ver a muchos que aún permanecían ahí, que no podían escapar, encerrados en ese dolor que mata, esa pena que no se parece a ninguna.
Pero él pudo salir. Caminó esas veredas y esas calles como la primera vez, pudo ver el sol que se había ocultado para él durante ese tiempo en el que sólo escuchaba voces que repetían su nombre una y otra vez detrás de su imagen grabada con sangre en sus retinas. Salió de aquello que comprendió que había sido su muerte, esa muerte de corazón destrozado, de angustia inconfesable, de ganas de morirse de una vez por todas y de verdad. Esa muerte cruel, esa muerte que es olvido, que es quedar fuera de órbita, perder el centro de gravedad, el punto de referencia. Esa muerte que es desconsuelo, la barbarie de los sentimientos que aprietan el alma y la asfixian. Esa muerte fue quedar abandonado en una vida sin ella. Esa muerte fue su recuerdo inútil e impiadoso.
Morirse es lo que lo sintió aquel día en que se dió cuenta de que aquel amor se había evaporado y sólo quedaban residuos de besos usados y una pila de palabras que no decían nada si ella no las iba a leer.
Sin embargo, y sin que pueda ofrecer ninguna explicación, un día se animó a salir, juntando fuerzas de quién sabe dónde, rompió la mortaja que lo ataba al pasado y salió a buscar eso que sólo se encuentra en el callejón de los amores nuevos, ese lugar lleno de almas que aún buscan, que aún creen, que aún sienten.
Ese es el lugar donde quizás nos encontremos vos y yo esta noche, el lugar de las resurrecciones y de los milagros, de los abrazos y las bienvenidas. La vida.
RR
Foto: Guillermina Raggio
No hay comentarios:
Publicar un comentario