Esta
noche no te vayas. Dale, quedate. Podés dejar la ropa en el piso y tu
sueño en mi cama. Olvidate por esta noche de mañana, del trabajo y los
teléfonos. Quedate hecha un bollito apoyada en mi brazo mirando la nada
en medio de este todo que gracias al silencio parece tan nuestro. Un
silencio cortado sólo por tu respiración y la mía, más algún te quiero
que pueda brotar tímido en la oscuridad.
Quedate a vivir esta historia que es tan hoy y quizás mañana, y que tal
vez resulte bien, quién sabe... Yo sé que tenemos fantasmas, ¿quién no
los tiene? Pero nosotros también éramos fantasmas, ¿te acordás? También
deambulábamos por el mundo sin rumbo, perdidos en soledades y amargos
desencuentros. Y tal vez lo que yo puedo darte no sea mucho, un abrazo,
una caricia, un beso que te provoque cerrar los ojos y que por ahí te
haga sentir querida de verdad, como yo te quiero, por esta noche y las
que vengan, sin promesas ni falsos compromisos, sólo eso que se siente a
veces como un nudo en el estómago, brotando de las entrañas, algo así
como cuando me animo a tomarte de la mano en la calle y caminar a tu
lado, o secarte las lágrimas en un mal día. Ya sabés, esas cosas que
hacen los que se quieren. Como yo te quiero a vos: con condiciones pero
sin excusas.
Y si decidís irte, bueno, tendré que ir a buscarte hasta que me digas "basta, no te quiero". Y entonces me volveré a casa pensando que está bien, que no eras vos. Y todo volverá a ser pensamiento, reflexiones inútiles, cuentas que nunca se resuelven...
Mientras tanto, busquémonos en la penumbra de este cuarto, cambiemos soledades por algunos besos y un poco de música. Tal vez haya llegado la hora de aceptar lo obvio: que ni vos ni yo somos eternos; que podemos elegir entre morirnos de sed o bebernos esto que nos une, esto que, por ahora, tiene gusto a buen momento. Algo que, esta noche, podría ser una eternidad.
Y si decidís irte, bueno, tendré que ir a buscarte hasta que me digas "basta, no te quiero". Y entonces me volveré a casa pensando que está bien, que no eras vos. Y todo volverá a ser pensamiento, reflexiones inútiles, cuentas que nunca se resuelven...
Mientras tanto, busquémonos en la penumbra de este cuarto, cambiemos soledades por algunos besos y un poco de música. Tal vez haya llegado la hora de aceptar lo obvio: que ni vos ni yo somos eternos; que podemos elegir entre morirnos de sed o bebernos esto que nos une, esto que, por ahora, tiene gusto a buen momento. Algo que, esta noche, podría ser una eternidad.
RR
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