domingo, 26 de enero de 2014

PERDIDOS 
  
     Entre ella y yo hay algo, algo que no respeta nuestros silencios, algo que se cuela entre nuestras mutuas vergüenzas y pudores. Entre ella y yo existe un pacto que consiste en no decirnos lo que es evidente, aunque nos muramos de ganas de hacerlo, de dejar ir todo ese agua que se junta en este dique de acuerdo tácito. Cuando nos juntamos es bajo un pacto de no agresión, de no arrancarnos la ropa y arrastrarnos hasta una cama o hasta cualquier lugar donde soltar las esposas de las manos, donde liberar las bocas. Ella y yo estamos comprometidos en no mirarnos fijo a los ojos por más de dos segundos para evitar caer en el precipicio de la mirada mutua, de los rayos fulminantes que encienden el alma, que nos pueden juntar, cerca, cada vez más cerca, hasta que primero se choquen las narices y luego los labios y después las lenguas y así hasta llegar a lo irrenunciable, a un lugar de no retorno. Nosotros hemos redactado en nuestras mentes una serie de reglas que nos permiten vernos cada día después de mirar el reloj mil veces, atormentados por el deseo y la sangre que se amotina hasta el momento de despedirnos con un beso mentiroso en la mejilla y un “nos vemos” esperando que mañana el corazón se subleve, se levante en armas y destruya todo lo pactado, todo lo acordado, todo lo pensado y redactado, y que todo sea anarquía y revolución, liberación y conquista. Y ganarnos para siempre o perdernos de una vez por todas.

RR



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