No todo es lo que parece,
ni siquiera estas cartas que leés por curiosidad o por quién sabe qué
loca razón. Estas cartas no son nada, son solo garabatos en una hoja,
incongruencias salidas de una mente afiebrada, encolerizada y trastornada
por la desesperación. Estas cartas no son nada porque nada hacen, ni
bien ni mal, pura indiferencia, solo amontonan palabras; buscan sin
lograrlo arrimarte algunas frases sin sentido a tu cama, algunos besos
en forma de metáforas de estrellas y vientos con olor a esperanza
caprichosa. Intentan ser brazos que rodeen tu cuerpo, que te abracen y
que resbalen como un manantial hasta tus pies. Estas cartas no dicen
nada, solo toman el dictado de tu voz lejana que viaja desde algún lugar
inalcanzable para mí, como todos los lugares donde se refugian los
amores que se niegan, que se esconden de sus víctimas, lugares funestos y
odiados para aquellos como yo que nos hemos quedado a la deriva de un
barco que ya se hundió y que solo recibimos los ecos de voces
silenciadas por el olvido que rebotan como llantos contra el pecho. Y
así escribo estas cartas inútiles y vanas, con el recuerdo de tu risa
que me apuñala por la espalda al primer descuido, con la sensación
insoportable de perderte a cada minuto, como si ya haberte perdido para
siempre no fuera suficiente, como si pasarme la vida escribiéndote no
fuese suficiente castigo, cavando mi propia fosa en cada palabra que es
como una palada más de tierra que tiro encima mío.
Pero no puedo hacer otra cosa, no puedo hacer lo que es imposible, no puedo negarte porque sería como negar mi propia existencia, mi lugar en la historia, mi parte en esta comedia que nos toca, y a veces nos golpea enfrente de todos y otras veces nos acaricia con una buena escena. Y si hoy me toca el peor de los destinos es porque el amor también tiene dos caras y yo lo acepté conforme y convencido aquel día en que me diste tu mano, la mano de tu amor que un día pasó por acá, por este mismo lugar en donde me siento a escribirte indefenso ante lo que para mí es tan hoy y para vos tan ayer pero que, sin embargo, no posee arrepentimientos. Si hay algo que quedará de mí en este mundo serán estas cartas que no son más que demonios exorcizados, las huellas que dejaste noche a noche y que aún perduran frescas en la carne y en la sangre. Pero hasta ellas han fracasado, porque nunca llegarán a ser lo único que quisiera que fueran: vos. Vos y tu piel y tu olor, vos y tus piernas y tu vientre, vos y tus tetas y tu pubis, vos y tus labios y tu frente, vos y tus manos y tu alma, vos y ese gusto a mujer que está impregnado en mi vida que ya no vivo y que me empujó a esa eternidad del que vive sin razón.
Estas cartas no son nada, solo el último vestigio de esa razón que ya he perdido.
RR
Pero no puedo hacer otra cosa, no puedo hacer lo que es imposible, no puedo negarte porque sería como negar mi propia existencia, mi lugar en la historia, mi parte en esta comedia que nos toca, y a veces nos golpea enfrente de todos y otras veces nos acaricia con una buena escena. Y si hoy me toca el peor de los destinos es porque el amor también tiene dos caras y yo lo acepté conforme y convencido aquel día en que me diste tu mano, la mano de tu amor que un día pasó por acá, por este mismo lugar en donde me siento a escribirte indefenso ante lo que para mí es tan hoy y para vos tan ayer pero que, sin embargo, no posee arrepentimientos. Si hay algo que quedará de mí en este mundo serán estas cartas que no son más que demonios exorcizados, las huellas que dejaste noche a noche y que aún perduran frescas en la carne y en la sangre. Pero hasta ellas han fracasado, porque nunca llegarán a ser lo único que quisiera que fueran: vos. Vos y tu piel y tu olor, vos y tus piernas y tu vientre, vos y tus tetas y tu pubis, vos y tus labios y tu frente, vos y tus manos y tu alma, vos y ese gusto a mujer que está impregnado en mi vida que ya no vivo y que me empujó a esa eternidad del que vive sin razón.
Estas cartas no son nada, solo el último vestigio de esa razón que ya he perdido.
RR
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