domingo, 26 de enero de 2014

SIN RAZÓN

 

     No todo es lo que parece, ni siquiera estas cartas que leés por curiosidad o por quién sabe qué loca razón. Estas cartas no son nada, son solo garabatos en una hoja, incongruencias salidas de una mente afiebrada, encolerizada y trastornada por la desesperación. Estas cartas no son nada porque nada hacen, ni bien ni mal, pura indiferencia, solo amontonan palabras; buscan sin lograrlo arrimarte algunas frases sin sentido a tu cama, algunos besos en forma de metáforas de estrellas y vientos con olor a esperanza caprichosa. Intentan ser brazos que rodeen tu cuerpo, que te abracen y que resbalen como un manantial hasta tus pies. Estas cartas no dicen nada, solo toman el dictado de tu voz lejana que viaja desde algún lugar inalcanzable para mí, como todos los lugares donde se refugian los amores que se niegan, que se esconden de sus víctimas, lugares funestos y odiados para aquellos como yo que nos hemos quedado a la deriva de un barco que ya se hundió y que solo recibimos los ecos de voces silenciadas por el olvido que rebotan como llantos contra el pecho. Y así escribo estas cartas inútiles y vanas, con el recuerdo de tu risa que me apuñala por la espalda al primer descuido, con la sensación insoportable de perderte a cada minuto, como si ya haberte perdido para siempre no fuera suficiente, como si pasarme la vida escribiéndote no fuese suficiente castigo, cavando mi propia fosa en cada palabra que es como una palada más de tierra que tiro encima mío.
     Pero no puedo hacer otra cosa, no puedo hacer lo que es imposible, no puedo negarte porque sería como negar mi propia existencia, mi lugar en la historia, mi parte en esta comedia que nos toca, y a veces nos golpea enfrente de todos y otras veces nos acaricia con una buena escena. Y si hoy me toca el peor de los destinos es porque el amor también tiene dos caras y yo lo acepté conforme y convencido aquel día en que me diste tu mano, la mano de tu amor que un día pasó por acá, por este mismo lugar en donde me siento a escribirte indefenso ante lo que para mí es tan hoy y para vos tan ayer pero que, sin embargo, no posee arrepentimientos. Si hay algo que quedará de mí en este mundo serán estas cartas que no son más que demonios exorcizados, las huellas que dejaste noche a noche y que aún perduran frescas en la carne y en la sangre. Pero hasta ellas han fracasado, porque nunca llegarán a ser lo único que quisiera que fueran: vos. Vos y tu piel y tu olor, vos y tus piernas y tu vientre, vos y tus tetas y tu pubis, vos y tus labios y tu frente, vos y tus manos y tu alma, vos y ese gusto a mujer que está impregnado en mi vida que ya no vivo y que me empujó a esa eternidad del que vive sin razón.
      Estas cartas no son nada, solo el último vestigio de esa razón que ya he perdido.

RR


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