¿Qué hacemos ahora? ¿Cómo salimos de este lío en el que nos metimos
involuntariamente? Nosotros, que estábamos felizmente solos, separados,
cada uno en su rincón de la caja de este rompecabezas universal, cada
uno con las mariposas en un frasquito para preservarlas de la
contaminación del deseo, del apego y de la loca posibilidad de que se
nos metan en el estómago y así extrañar a alguien
como si lo quisiéramos. ¿Y ahora cómo se hace? ¿Cómo evitamos lo
inevitable? ¿Cómo hacemos ahora que se abrieron los frasquitos y las
mariposas volaron y nuestras almas se juntaron en la caja? ¿Por qué
tantas preguntas para ninguna respuesta? Si todo era buscarse y no
encontrarse, encontrarse y no verse, verse y no saberse, saberse y no
entenderlo, entenderlo y no animarse, animarse y perderse, perderse y
buscarse, buscarse y…
Y ahora nos queremos pero no sabemos cómo. Porque nunca se sabe cómo. Porque solo se sabe el nombre, el color favorito, el día y la hora. Se sabe cuánto, mucho, poquito, nada. Entonces solo queda probar y de eso nunca se vuelve igual. Porque los lugares cambian, el universo se modifica, el tiempo se relativiza y ya nada vuelve a ser como era. Y puede resultar infierno o paraíso, oda o requiem, amar hasta morir o morir amando. De un día para otro se terminaron los poemas y las cartas sobre soledades de habitaciones contiguas, de calles paralelas. Hoy todo es amor de carne y besos. Todo dejó de ser frasquito y orden para ser mariposas y cosquillas que nos obligan a buscarnos, a encontrarnos, a vernos, a sabernos, a entendernos, a animarnos y a perdernos para siempre y unirnos en una sola imagen, en una sola habitación, a conquistar las noches, a rasguñar piedras detrás de las paredes y buscar las calles que se cruzan para chocarnos y rompernos el alma queriéndonos, y temblar de miedo ante la posibilidad de dejar de querernos algún día aceptando que depende de nosotros, porque son las bocas las que disponen y son los cuerpos los que mandan y son las manos las que sienten. Pero eso es futuro. Lo que tenemos ahora son las mariposas y este lío en el que estamos metidos hasta el cuello, hasta el alma, puro presente, el azar del encuentro, la fortuna de tenernos. Esta grandiosa posibilidad de caminar de la mano.
RR
Y ahora nos queremos pero no sabemos cómo. Porque nunca se sabe cómo. Porque solo se sabe el nombre, el color favorito, el día y la hora. Se sabe cuánto, mucho, poquito, nada. Entonces solo queda probar y de eso nunca se vuelve igual. Porque los lugares cambian, el universo se modifica, el tiempo se relativiza y ya nada vuelve a ser como era. Y puede resultar infierno o paraíso, oda o requiem, amar hasta morir o morir amando. De un día para otro se terminaron los poemas y las cartas sobre soledades de habitaciones contiguas, de calles paralelas. Hoy todo es amor de carne y besos. Todo dejó de ser frasquito y orden para ser mariposas y cosquillas que nos obligan a buscarnos, a encontrarnos, a vernos, a sabernos, a entendernos, a animarnos y a perdernos para siempre y unirnos en una sola imagen, en una sola habitación, a conquistar las noches, a rasguñar piedras detrás de las paredes y buscar las calles que se cruzan para chocarnos y rompernos el alma queriéndonos, y temblar de miedo ante la posibilidad de dejar de querernos algún día aceptando que depende de nosotros, porque son las bocas las que disponen y son los cuerpos los que mandan y son las manos las que sienten. Pero eso es futuro. Lo que tenemos ahora son las mariposas y este lío en el que estamos metidos hasta el cuello, hasta el alma, puro presente, el azar del encuentro, la fortuna de tenernos. Esta grandiosa posibilidad de caminar de la mano.
RR
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