¿Y qué si no sos la
mujer para mi? ¿Qué me cambia eso? ¿Qué me resuelve? Eso no me alcanza a
mi, no logro que sea suficiente. Porque no es que no lo piense, que no
lo distinga, que no me afecte tu indiferencia, toda esta distancia
que pusiste para que nunca más pueda volver a alcanzarte. Eso no me
cambia porque no necesito razones para quererte, solo necesito verte
pasar de casualidad o mirarte solo un instante a los ojos para perderme
completamente. ¿A alguien realmente se le puede ocurrir que esta
situación es de mi agrado? ¡Claro que no! Pero, ¿a quién le reclamo? Si
pudiera identificar qué es lo que me atrae tanto de vos seguramente
podría también buscarle una solución, un lado negativo y así alejarme,
ponerme a resguardo de esta sensación de perderlo todo sin vos. Pero no
puedo, es así de simple, no puedo, me enamora tu existencia, el solo
hecho de imaginarte, chiquilina y tierna, tan fugaz como una estrella
que se ha perdido en el cielo y que yo como un tonto sigo buscando a ver
si la veo pasar una vez más, a ver si la noche se llena nuevamente de
presagios y de sueños, de locas esperanzas y de besos con sabor a vos.
Eso también me enamora, tu locura, tu falta de apego a todo lo que pueda
atarte. Sin embargo, amor mío, yo no busco atarte, yo quiero soltarte
en mi vida y que corras feliz, que bailes hasta extenuarte, que te
desnudes frente a mi y me llames a vivir a tu lado.
No es tan difícil darse cuenta de por qué te quiero. Te quiero porque sí, porque me gusta quererte, porque este dolor de días y de noches con tu ausencia como única compañía desaparece instantáneamente al momento de recordar ese olor que deja el amor y que nos contamina para siempre haciendo que todo parezca mágico; cada vez que camino por las noches hasta tu casa solo para dejarte unas palabras en un sobre, para no olvidar tu puerta, tu ventana y tu luz. ¿Cómo pretendés que yo sea capaz de explicar el más grandioso truco de la vida? ¿Cómo pretendés que yo pueda explicarte por qué todavía te quiero? Sí, todavía.
Tal vez no seas la mujer que necesito. Pero, a pesar de todo, sos la mujer que quiero.
RR
No es tan difícil darse cuenta de por qué te quiero. Te quiero porque sí, porque me gusta quererte, porque este dolor de días y de noches con tu ausencia como única compañía desaparece instantáneamente al momento de recordar ese olor que deja el amor y que nos contamina para siempre haciendo que todo parezca mágico; cada vez que camino por las noches hasta tu casa solo para dejarte unas palabras en un sobre, para no olvidar tu puerta, tu ventana y tu luz. ¿Cómo pretendés que yo sea capaz de explicar el más grandioso truco de la vida? ¿Cómo pretendés que yo pueda explicarte por qué todavía te quiero? Sí, todavía.
Tal vez no seas la mujer que necesito. Pero, a pesar de todo, sos la mujer que quiero.
RR
Foto: Flor del Irupé
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