lunes, 27 de enero de 2014

DOS MUNDOS

       Existen dos mundos paralelos, el mío y el de ella, el de estas cartas y el de su boca. El de estas cartas es un mundo que controlo de a ratos, cuando que me detengo a pensar en si un adjetivo será suficiente para que ella me entienda, en si el pasto que se seca cuando el sol arrasa la tierra podrá ser una buena imagen de lo que le ha pasado a mi vida sin poder nombrarla, si el polvo que se ha juntado alrededor de todas las cosas que quiero puede servir como prueba de lo poco que me importa todo últimamente. Este mundo hecho de papel y palabras puede parecer un mundo solitario y abandonado, el refugio de un ermitaño perdido en meditaciones vanas, en faros imaginarios en medio de mares helados. Mil imágenes de ella acomodadas en el archivo de la memoria adornan mi estadía, habitaciones y más habitaciones de fotos repetidas, souvenirs de lo que la mente guarda sólo para atormentarme, como burlándose, sin escuchar mis razones que todo el tiempo reclaman por olvido.
     Por otro lado está su mundo, caótico, desordenado, sin planes y sin compromisos, sólo ella que saca a pasear su olor a primavera, sus caderas que bailan y que me llevan como un cometa trágico pintando el cielo con mi propia sangre. ¿Qué puedo hacer si ella es así, hermosa y frugal, pura sonrisa y ojos pequeños, pechos de miel (como dice la canción), que han hecho de mí una marioneta rendida que ha entregado los hilos asumiendo su derrota? Ese es su mundo de princesa inalcanzable, ninfa cruel que atrae este rejunte de maderas ya destrozadas navegando a la deriva hacia ella, resignadas y felices de llegar a tener aunque sea el contacto del choque inminente contra sus costas y su muelle indiferente que las (me) van a dejar hecho pedazos y a su merced. ¿Y qué más da? Yo quiero su mundo aunque sea el peor de los mundos. ¿Qué puedo hacer para salvarme si la quiero a ella aunque me envenene en cada rechazo como una mordida implacable de serpiente? ¿Se dan cuenta? Me estoy dejando matar por una mujer que posee el peor de los defectos, la más tremenda de las crueldades, ser ella. ELLA.
      Pero no traten de detenerme. ¿Por qué creen que no debería ofrecerme en sacrificio al Diablo por un beso de su boca? ¿Es que tal vez hay algo más importante que ella por lo que merezca entregar mi alma? ¿Existe acaso algo más en algún mundo fuera del suyo que justifique apostarle todas mis fichas, ofrecerle mi cuerpo y mi espíritu, gatillar un arma completamente cargada en una ruleta rusa tramposa? ¿A qué o a quién debería someter mi vida? ¿Al dinero? ¿A la tranquilidad de una vida reposada? ¿A un cielo despejado y diáfano sin nada que corte su celeste monotonía? Su mundo es el mío, mi mundo es Ella. Es por eso que la busco con estas cartas, con estas manos, con esta vida que no es la de un ermitaño vencido y abandonado en su cueva oscura sino la de un hombre entregado a lo que ama sin cuestionarse, sin buscar pretextos ni excusas para morir por ello. Para morir por Ella.


RR

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