RAZONES (que la razón desconoce)
Quererla era fácil. Quererla implicaba el despojo más completo y
absoluto, significaba la desnudez del alma, una total exposición a la
posibilidad del dolor más tremendo y desvastador. Quererla era
entregarse rendido y sin armas, era la vida, la muerte y todas las demás
especulaciones posibles. Quererla era perder el control, dejarse
llevar, someterse sin excusas y sin
posibles recompensas. Quererla, lo que se dice quererla, era un
sacrificio divino, una revelación que arrasaba con cualquier teoría
física, química o matemática. Quererla era arte y libertad, sueños y
fantasías, era un salto a la luna solo para escribir su nombre. Quererla
era soltar al cielo globos de colores solo para llamar su atención.
Quererla era su destino inevitable, la aceptación de pertenencia a un
mundo que, de otra manera, le era extraño. Quererla era tan natural para
él como sentir frío o calor, hambre, miedo, alegría o desconsuelo.
Quererla era más fuerte que él mismo. Por eso nunca dejó de quererla. Por eso.
RR
No hay comentarios:
Publicar un comentario