DESDE LA VENTANA
Como si el amor fuese una cuestión de merecimientos… El amor se gana y
se pierde, viene sin llamarlo y se va sin que lo echen, quieras o no, y
si te atrapa no hay resistencia posible. Así funcionaba para ellos que
se amaban sin preguntarse nada. Ellos vivían el amor pero jamás lo
interrogaban. El amor se había apoderado de ellos y no iba dar
explicaciones. Ella y él caminaban de la
mano, se miraban en silencio, se besaban sin permisos y se curtían los
cuerpos al calor de una cama, sin formularios, ni falsas promesas. Era
un amor sin protocolos ni trámites, era sangre en ebullición, eran
palabras calladas para que solo hablen los ojos y las bocas, las manos y
los sexos. Cuando el amor se les daba así, no había lluvia ni soles que
los separaran , eran solo ellos recorriendo calles que se abrían bajo
los árboles, ahuyentando soledades y miedos, esos que nos paralizan, que
nos encierran, que nos reprimen de decir te quiero, te necesito, no te
vayas.
Y no te vayas… ¿Para qué? ¿Para qué extrañarnos si solo la
cercanía de tu piel y la mía nos rebela, nos para de manos contra el
dolor y la angustia de no sabernos cerca? Y por eso estas cartas tan
llenas de palabras que no alcanzan, que son como latidos acelerados que
te llaman para que caminemos esas calles, para que solo hablen los ojos y
las bocas, las manos y los sexos, vos y yo, acá o allá, en tu casa o en
la mía, sin razones ni merecimientos. Solo el amor, como una ventana
para mirar el mismo sol y el mismo cielo. Solo el amor. Y nada más.
RR
Foto: Flor del Irupé
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