domingo, 26 de enero de 2014

DESDE LA VENTANA


      Como si el amor fuese una cuestión de merecimientos… El amor se gana y se pierde, viene sin llamarlo y se va sin que lo echen, quieras o no, y si te atrapa no hay resistencia posible. Así funcionaba para ellos que se amaban sin preguntarse nada. Ellos vivían el amor pero jamás lo interrogaban. El amor se había apoderado de ellos y no iba dar explicaciones. Ella y él caminaban de la mano, se miraban en silencio, se besaban sin permisos y se curtían los cuerpos al calor de una cama, sin formularios, ni falsas promesas. Era un amor sin protocolos ni trámites, era sangre en ebullición, eran palabras calladas para que solo hablen los ojos y las bocas, las manos y los sexos. Cuando el amor se les daba así, no había lluvia ni soles que los separaran , eran solo ellos recorriendo calles que se abrían bajo los árboles, ahuyentando soledades y miedos, esos que nos paralizan, que nos encierran, que nos reprimen de decir te quiero, te necesito, no te vayas.

      Y no te vayas… ¿Para qué? ¿Para qué extrañarnos si solo la cercanía de tu piel y la mía nos rebela, nos para de manos contra el dolor y la angustia de no sabernos cerca? Y por eso estas cartas tan llenas de palabras que no alcanzan, que son como latidos acelerados que te llaman para que caminemos esas calles, para que solo hablen los ojos y las bocas, las manos y los sexos, vos y yo, acá o allá, en tu casa o en la mía, sin razones ni merecimientos. Solo el amor, como una ventana para mirar el mismo sol y el mismo cielo. Solo el amor. Y nada más.


RR



Foto: Flor del Irupé

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